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Sharon controla desde su rancho la «eliminación» del jeque y alega que lo hizo por la supervivencia del pueblo israelí

Hamas anuncia una terrible venganza contra Israel por el asesinato de su líder

El Ejército volatiliza al jeque Yasín al disparar tres misiles contra su silla de ruedas en Gaza.

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C. Tristán | J.M. Cendón - corresponsales | jerusalén
León

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Israelíes y palestinos se despertaban ayer sacudidos por un terremoro informativo que sacudía sin descanso los hogares desde primeras horas de la mañana. El jeque Ahmed Yasín, líder espiritual y fundador del grupo islámico Hamas, había volado literalmente por los aires tras recibir el impacto de tres misiles, disparados desde helicópteros Apache a las cinco de la madrugada, después de rezar en la mezquita cercana a su casa, en el barrio de Sabra de la ciudad de Gaza. El hombre más odiado en Israel y más venerado entre los palestinos moría junto a sus tres guardaespaldas y otros cinco fieles, cuyos cuerpos fueron literalmente pulverizados. Otras 18 personas resultaban heridas en el ataque, entre ellas dos hijos de Yasín, uno de ellos en estado crítico que algunas fuentes daban ayer ya por muerto. La noticia sembraba la revuelta en las calles palestinas y entre la comunidad árabe-israelí y abría una grieta de grandes proporciones entre la clase política israelí, dividida desde el primer momento entre el bloque derechista y nacionalista, que aplaudían y celebraban el atentado, y el resto de la clase política, entre ellos dos destacados ministros del gobierno Sharon -el de Interior, Abraham Poraz, y Justicia, Yosef Lapid, ambos del partido laíco Shinui- que lo condenaban. «Sharon ha abierto las puertas del infierno y nada nos frenará para cortarle la cabeza», rezaba un panfleto de Hamas que cubría las calles de Gaza pocas horas después de la matanz. Los altavoces de las mezquitas lloraban versos del Corán y las campanas de las dos únicas iglesias cristianas de la ciudad tocaban a difunto. Felicitaciones al Ejército «El pueblo judío tiene derecho a golpear a aquellos que buscan nuestro exterminio», justificaba la decisión a media mañana ante la prensa el primer ministro israelí, Ariel Sharon, que felicitó a las fuerzas de seguridad por un trabajo impecable, que él personalmente había ordenado, y cuyo desarrollo siguió minuto a minutos desde su rancho del Neguev. Sharon desafiaba el aluvión de criticas que le llovían desde dentro y fuera del país afirmando que Israel «continuará con la guerra contra el terrorismo en todos los lugares y donde sea necesario», para apelar a renglón seguido que «la lucha antiterrorista debe llevarse a cabo entre todos los países del mundo». El líder de la oposición, el laborista Simon Peres, rechazó la «eliminación» de Yasín y advertía que, en contra de lo que cree el Gobierno, intensificará la violencia de los palestinos. El asesinato es el golpe más duro que recibe Hamas desde su fundación en 1987 y abre un período de incertidumbre, tanto sobre su sucesión como en las represalias. El ministerio de Defensa cerró a cal y canto los territorios ocupados y decretó el estado de máxima alerta, pero la revuelta palestina estaba servida tanto dentro como fuera de Israel. El grito de guerra lanzado por Hamas a través de su líder, Abdel Aziz Rantisi, al proclamar que «un terremoto hará temblar al Estado israelí», fue seguido por miles de palestinos en Gaza y Cisjordania. Entre gritos y disparos, una marea humana de palestinos acompañó al líder de Hamas durante su entierro. Inmediatamentre después de conocerse su muerte, Hamas clamó una «terrible» venganza. Ayer, Palestina se preparaba.