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| Crónica | El después de la investidura |

Paso al nuevo presidente

Todos los diputados socialistas abordaron a Zapatero para felicitarle, como también hizo Aznar y los ministros salientes, mientras su esposa se echaba en brazos de su suegro

Zapatero, tras la primera sesión de debate

Publicado por
R. Gorriarán - madrid
León

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El presidente del Gobierno saliente, José María Aznar, fue el primero en felicitar a José Luis Rodríguez Zapatero tras haber logrado la investidura. Aznar se levantó por última vez su escaño en el banco azul del Ejecutivo, cruzó el hemiciclo y estrechó la mano de su sucesor. Deseó al líder socialista, según reveló después Zapatero, «éxito y suerte» en su trabajo, unas palabras que, dijo, «le agradezco». Tras Aznar, Rato cumplimentó al presidente del Gobierno entrante, mientras que Rajoy y Arenas hicieron lo propio a continuación. El resto de ministros, salvo una despistada Ana Palacio, también felicitaron a Rodríguez Zapatero. La titular de Exteriores se percató poco después de su descuido y acudió a dar la mano a Zapatero en medio de una barahúnda de socialistas que estrujaban a su líder. El nuevo jefe del Ejecutivo se fundió en un cálido abrazo con el secretario de Organización de su partido, José Blanco, el primero que acudió a agasajar al «jefe». Su gesto fue emulado por la totalidad de miembros de la ejecutiva, con especial énfasis por parte de Juan Fernando López Aguilar, Álvaro Cuesta, Jesús Caldera y José Montilla, quienes también se abrazaron con el presidente. Zapatero estrechó las manos de todos los diputados de su grupo y besó a todas las diputadas en un interminable cortejo de la felicidad. Los parlamentarios de otros grupos también se acercaron a cumplimentar al gobernante. Incluso algunos del PP, no la mayoría, dieron la mano al líder socialista. La esposa y el suegro Los abrazos en el hemiciclo no fueron los únicos. Una vez que el presidente del Congreso anunció el resultado de la votación, Sonsoles Espinosa, la esposa de Rodríguez Zapatero, se levantó sin contener la emoción y estrujó a su suegro y padre del nuevo presidente. El secretario general del PSOE, habló con los medios al dispersarse la multitud y afirmó que se encontraba «bastante bien». Dicho esto, se trasladó a su despacho, aún de jefe de la oposición, y poco después abandonó el Congreso. A la salida, topó con una decena de manifestantes había desplegado una gran pancartaen la que pedía: «Fin de la ocupación, retirada de las tropas. No a la guerra». Con este «run run» en la cabeza, se fue a la sede del partido, en la calle de Ferraz, a comer con su comisión ejecutiva para celebrar el éxito de la investidura.