Zapatero estrena mandato visitando a víctimas del 11-M y de los malos tratos

El quinto presidente del Gobierno de la historia democrática de España, José Luis Rodríguez Zapatero, prometió este sábado su cargo ante el Rey Juan Carlos I en un acto solemne en el Palacio de la Zarzuela. Tras tomar el relevo de José María Aznar como jefe del Ejecutivo, el líder de los socialistas se dirigió al Palacio de la Moncloa, su nueva casa en los próximos cuatro años, donde fue recibido por dos representantes del Gobierno saliente. Desde allí partió a Atocha donde visitó el altar de recuerdo a las víctimas del 11-M, y acudió al hospital Gregorio Marañón para saludar a las víctimas del atentado. No dejó atrás la visita a la última víctima de la violencio doméstica, una mujer a la que su marido intentó quemar junto a su hijo en su propio hogar. El secretario general del PSOE comenzó su primera jornada como presidente del Gobierno con la tradicional jura del cargo ante el Rey, en el Palacio de la Zarzuela. Sólo que Rodríguez Zapatero, como su antecesor en el partido, Felipe González, no juró (es decir, no puso por testigo a Dios de su compromiso con las obligaciones del puesto), sino que prometió por su «conciencia y honor». Apenas habían dado las diez de la mañana cuando el líder de los socialistas entró con gesto nervioso y muy sonriente en el salón de audiencias de la residencia monárquica. Se colocó en su puesto - y esperó la llegada de Don Juan Carlos y Doña Sofía. El lapso de tiempo se le debió hacer intenso, porque no pudo reprimir un chascarrillo para relajar el ambiente. «Esto no es solo ante el peligro», dijo ante la prensa presente. Efectivamente, no lo era. Instantes después aparecieron en el presidente del Congreso, Manuel Marín; el del Senado, Javier Rojo; el del Tribunal Supremo, Francisco Hernando; el del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga, y José María Aznar. El jefe del Ejecutivo saliente, que curiosamente llevaba una indumentaria casi idéntica a la que portaba el entrante estuvo pródigo en sonrisas; sobre todo, cuando al llegar los monarcas y saludar uno a uno a los asistentes, el Rey se detuvo para dedicarle unas palabras afectuosas. Después, llegó el momento deZapatero. En tres zancadas, el nuevo inquilino de La Moncloa se situó ante una Biblia valenciana del siglo XVIII; posó su mano sobre el artículo 99 de una Constitución encargada por las Cortes Generales en 1980, y leyó la 'chuleta' situada en el centro de la mesa, delante de un crucifijo. Lo hizo con voz firme y alta, pero los nervios le jugaron una mala pasada: realizó una pausa en el lugar erróneo y la fórmula sonó distinta. «Prometo por mi conciencia y honor -dijo- cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de Presidente de Gobierno con lealtad al Rey, guardar y hacer (aquí puso la coma incorrecta) guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros». Desde ese momento, ya es presidente del Gobierno. En su primera incursión como presidente del Gobierno en La Moncloa, Zapatero posó para los fotógrafos tres minutos en los que, risueño e inquieto, cerraba los puños y se colocaba los gemelos. Era el momento que había esperado durante cuatro años. Los reporteros gráficos le pidieron que corrigiera su colocación: «¡Presidente! ¡Un poco más centrado!». «Me gusta un poco más a la izquierda, pero bueno», bromeó él antes de cambiar su plano para la prensa. Dentro le esperaban Javier Zarzalejos y Fernando Arias, secretario general de la Presidencia y director de protocolo del Ejecutivo saliente. Y tres miembros de su equipo: el que será secretario general de la Presidencia, Nicolás Martínez Fresno; el futuro secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso; y José Enrique Serrano, jefe del gabinete de la Presidencia.