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| Crónica | La semana política | El jefe de la oposición augura un gobierno débil y denuncia la falta de programa del PSOE

Sólo Rajoy aguanta el tipo Rajoy asegura que el «talante» no es suficiente para gobernar

El líder popular celebra en Barcelona su primer acto tras el debate de investidura

Eduardo Zaplana tenía la mente en la batalla popular valenciana

Publicado por
Manuel Campo Vidal Sergi Olego - madrid barcelona
León

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A las ocho de esta mañana los coches oficiales de los nuevos ministros han aparcado frente a sus domicilios o sus hoteles para llevarlos a la Zarzuela. De esos coches se bajaron ayer tarde por ultima vez los miembros del gabinete Aznar. Sus escoltas, salvo para algunos muy significados, se despidieron. Ese cambio drástico de pasajeros y de decorado no solo simboliza el relevo de gobierno. Representa una auténtica prueba emocional para los salientes, muy especialmente porque nadie se lo esperaba. Pero de ministro para abajo -secretarios de estado, directores generales, asesores, jefes de prensa, etc- el impacto es mayor si cabe porque no tienen la red protectora de ser diputado y muchos quedan literalmente en la calle. Los hay que expresan su rabia sin disimulo despotricando contra sus antiguos jefes a los que culpan de la derrota. Hay quien llega a revelar -incomodando a quienes le escuchan- algún supuesto lío entre ministro saliente y diputada popular. Es la expresión más lamentable de la amargura y del descontrol de las emociones. Entre todos, muy pocos, y de forma especial Mariano Rajoy, aguantan el tipo. Ya se vió la misma noche de las elecciones. Frente al Rajoy crispado del sábado cuando la movilización de los SMS cercaba la sedes del PP pidiendo la verdad sobre la autoría del atentado, el domingo por la noche dio una lección de democracia, sobre todo a algunos de los que le acompañaban en la foto del fracaso. Nada que ver con la derrota inesperada del PP en 1993 cuando Aznar envió a Arenas y a Ruiz Gallardón a declarar que sospechaban de un pucherazo. Rajoy felicitó a Zapatero sin regateos y garantizó una oposición dura pero leal y constructiva. Acaso fue su primer acto independiente de Aznar aunque lo tuviera a su lado. La sesión de investidura del jueves fue el estreno de Rajoy como hombre políticamente liberado. Aznar estaba desencajado mientras de Zapatero brotaba un discurso, acaso ingenuo en algunos pasajes, pero con novedades muy interesantes: reforma de la Constitución controlada y reforma de los estatutos solo dentro de ese marco e incorporación de los ex presidentes del gobierno como vocales natos del Consejo de Estado para no desaprovechar su experiencia. O sea: Aznar condenado a sentarse junto a Felipe González -su bicha particular- y a competir en brillantez y acierto con sus opiniones. También estará allí Calvo Sotelo y no lo hará Adolfo Suárez porque su salud no se lo va a permitir. «¿Cómo está, vicepresidente?», le preguntaba el viernes al mediodía a Javier Arenas un periodista en el pasillo de las Cortes con Zapatero recién investido. Y Arenas, imitando a Carmina Ordóñez, le respondió «Divinamente.» Sólo le faltó decir: «Esperando el Rocío». Y se marchó a AVE camino de lo que algunos en el PP le llaman «el infierno andaluz». Caras largas Pero otros, aunque tuvieran el gracejo de Arenas y lograran decir con ironía eso de «divinamente», nadie les creería. «Ha entrado en las Cortes Jorge Fernández Diez y no lo he conocido del viejazo que ha dado en pocas semanas», comenta a Diario de León impresionada una periodista. Normal. Como hombre de confianza de Rajoy, Fernández Díaz soñaba hace dos meses con ser, por lo menos ministro, sino vicepresidente. E igual destino se le suponía a Ana Pastor. El impacto emocional del cambio de destino histórico ha sido general y profundo pero devastador para los más cercanos al presidenciable gallego. Esta semana en las Cortes hemos visto gente hundida y gente desorientada mientras que otros han sacado la libreta y se han puesto a trabajar. De forma destacada la ya ex ministra de Sanidad, profundamente seria en días posteriores al 14-M, quien reconoce que empieza una nueva vida «porque nunca había estado en la oposición». Mientras Zapatero hablaba, Pastor escribía -se supone que notas para Rajoy y para arremeter ella misma después contra el Bloque- mientras Zaplana, el portavoz no sacó el bolígrafo, es más, no soltó el móvil. Acaso su mente estaba en la batalla popular valenciana. Rajoy y Acebes han tenido que aplazar el congreso allí porque se avecinaba poco menos que una reyerta entre Zaplana, Camps y Rita Barberá. Es el riesgo inmediato que tiene ahora el PP después de la depresión post-electoral: una sucesión de broncas producto de la pérdida del poder que, entre otras virtudes, tiene la de cohesionar equipos y voluntades. El vuelco electoral ha traido también cambios en las mudanzas domiciliarias: la familia Aznar ya vivía desde hacía algunas semanas en la casa de la urbanización Monte Alina, un barrio algo más distinguido que el Somosaguas centro donde vive Felipe González. «Entré en Moncloa con tres hijos y salgo con uno», suele repetir Ana Botella. Rajoy seguirá viviendo en Aravaca. Ayer Zapatero visitó por primera vez en Moncloa la que será su casa en los próximos años y trasladará a la familia de inmediato con el consiguiente alivio de sus vecinos de Las Rozas. El 11-M estrenó un nuevo tipo de terrorismo -el indiscriminado y a gran escala- y, aunque resulte muy duro decirlo, no es tranquilizador vivir en la misma calle que el Presidente del Gobierno. Entretanto en Madrid prosigue la incertidumbre sobre los próximos pasos de Aznar y no falta quien augure su vuelta al mando del PP. No será así. Se ha ido para no volver y, además, no es seguro que se le aceptara. Entre la militancia cayó como un rayo su declaración sobre la derrota en Tele5: «Yo no me presentaba a estas elecciones». El único liderazgo del PP es hoy de Mariano Rajoy, que está como una rosa, y se diría que el debate con Zapatero en las Cortes así lo ha consolidado. Aznar bastante trabajo tendrá el hombre para hacerse aceptar en algunos círculos que hasta hace muy poco lo agasajaban tanto en esta España pendular como en el extranjero. Por París no se le recomienda ir. Schoeder no quiso ni estrecharle la mano en la última cumbre europea y las principales ciudades portuguesas exhiben desde hace unos días una gran valla publicitaria estremecedora con los cuatro de las Azores, Durao, Blair, Bush y Aznar. Gran fotografía a color pero con Aznar en blanco y negro. Impresiona verla. El líder del PP, Mariano Rajoy, censuró en Barcelona la falta de programa del nuevo Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero al señalar que el único cambio que propone es el «talante» lo que dibuja un «Gobierno débil e inestable». Rajoy escogió la capital catalana para celebrar el primer acto después del debate de investidura rodeado por centenares de militantes y simpatizantes y acompañado por el presidente de los populares catalanes, Josep Piqué. El dirigente popular aprovechó la coyuntura para exponer sus reflexiones sobre el nuevo Gobierno después del debate de investidura. Rajoy valoró irónicamente en reiteradas ocasiones que el único cambio que propone el Ejecutivo entrante es «el talante y el diálogo». Una postura que comparte y estima muy necesaria ya que «con 164 diputados y sin haber hecho pacto de gobierno tendrá que dialogar». Rajoy recrudeció sus palabras cuando enjuició el discurso de Zapatero. «Lo que él no dijo es lo que vimos todos: que no tiene programa de gobierno», afirmó. Tras señalar que el debate de investidura fue «el de las preguntas sin respuestas», el líder de la oposición insistió en la falta de programa. «Aplaudo el talante, la buena educación, las buenas maneras, los sermones, lo aplaudo todo. Pero ¿qué se quiere hacer con los estatutos de autonomía, con la política europea o la política económica?», se preguntó. Dependencia Para el dirigente popular el nuevo Ejecutivo es un «Gobierno débil e inestable porque depende de otros» ya que el presidente del Gobierno no ha hecho «un pacto de gobierno transparente apoyado por un amplio sector del Congreso, como ocurrió en 1996 con Aznar». Una situación que, para Rajoy, «genera incertidumbre y la incertidumbre acaba generando desconfianza». Ante este panorama, Rajoy anunció «una oposición dura y con lealtad a nuestro programa» y advirtió de que su formación «no piensa hacer crítica de otros partidos políticos» para que estos «empiecen a vivir de sus realizaciones y no de la crítica al Partido Popular».

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