Iglesia Evangélica, los más antiguos, pero no los más numerosos ahora
Hasta hace pocos años la Iglesia Evangélica tenía en León el dudoso honor de ser la confesión no católica más tenida en cuenta, aunque minoritaria. Ahora, sin embargo, está pasando a un segundo plano, anegada por la marea de la inmigración islámica y de la de cristianos ortodoños de casi todos los países del Este. Según su portavoz en León, Manuel Corral, hay una extensa documentación sobre la historia de la Iglesia Evangélica en la provincia leonesa desde el último tercio del siglo XIX, especialmente en zonas rurales como Toral de los Guzmanes, Ardón o Jiménez de Jamuz, pueblos que debieron entrar en contacto con alguna misión protestante hace ya más de un siglo y que han mantenido una tradición religiosa más que centenaria en el casi anecdótico protestantismo leonés. «La extensión de nuestro grupo tiene, a menudo, no poco que ver con anécdotas históricas», según Corral, que fija hacia el año 1870 la fecha en que su comunidad consiguió los primeros adeptos en Toral de los Guzmanes. «Dicen que el pueblo estaba dividido en dos parroquias católicas y que una de ellas no conseguía dinero para reparar la iglesia, que alguien de la agraviada contactó, a su vez, con alguien de nuestra gente en Valladolid y que luego la congregación se extendió hacia Jiménez de Jamuz y, ya en Galicia, por Monforte de Lemos, «pero siempre en zonas rurales y no urbanas, aunque no sabría decir la razón». Primera gran sede en Eras La Iglesia Evangélica, que mantiene abiertos casi cuarenta pequeños centros de culto en León, según Corral, aspira ahora a tener una gran sede central en Eras de Renueva para dar servicio a sus tres mil fieles, tanto en forma de apoyo religioso como social. «En cuanto a la emigración, es cierto que están llegando más de otras confesiones, pero también que nos vienen a nosotros no pocos de paises centroeuropeos e hispanoamericanos, sobretodo de Colombia, lo que nos ha obligado a abrir dos nuevos locales». Las relaciones son los grupos musulmanes se reconocen más difíciles. «Nosotros también tuvimos seis muertos en el atentado de Atocha, algunos de ellos rumanos y filipinos, además de españoles, y mi propio hijo estaba allí y resultó herido. Sufrió daños en los oídos, pero parece que podrá curarse».