Una polémica investigación
Y llegó la polémica investigación sobre los confidentes policiales para terminar de desatar la borrasca. Era el jueves por la mañana, y un comunicado oficial de prensa del Ministerio del Interior informaba de que el secretario de Estado para la Seguridad había ordenado a la Policía y a la Guardia Civil abrir una investigación para confirmar si era cierto que dos de los implicados del 11-M habían sido confidentes policiales. Díaz de Mera, dolido porque en quince días Camacho únicamente había hablado con el todavía director de la Policía en una ocasión y harto de que el secretario de Estado se dedicara a llamar a sus subordinados, decidió no aguantar más, aunque le quedaba literalmente un «telediario» para abandonar la casa sin armar lío. La contestación escrita de Díaz de Mera a Camacho, que no tardó en ser de conocimiento público, fue «cortesmente airada»: junto al tratamiento de «Su Excelencia», el director del PP denunció que el secretario de Estado del PSOE estaba haciendo poco menos que una maniobra publicitaria ante la opinión pública porque Camacho sabía que hacía varios días que la Policía había abierto pesquisas sobre este asunto en Asturias, que la investigación ya había dado sus resultados y estos habían sido remitidos a la Audiencia Nacional. Es más, en la carta de Díaz de Mera que llegó a los periodistas, se recordaba a la «excelencia» que ella misma fue la que informó a la Comisaría General de Información de que el minero asturiano iba diciendo por la cárcel que era confidente policial. Parecía que las «puyas» entre Díaz de Mera y Camacho iban a ser el último capítulo del culebrón del nuevo y convulso Ministerio del Interior. Sin embargo, el nombramiento de un general del Aire para dirigir la Guardia Civil volvió a provocar chubascos: las organizaciones laborales de los dos cuerpos protestaron airadamente por un nombramiento que consideran que no se ajusta precisamente a las promesas electorales de modernizar el instituto armado, mientras los generales del cuerpo se vieron marginados por el hecho de que Alonso haya confiado el mando a un militar ajeno a la casa. Todo ello con la supuesta sombra de Bono.