La Guardia Civil no avisó a la policía de sus sospechas sobre una casa de los terroristas

Un error de coordinación entre la policía y la Guardia Civil provocó un retraso de varios días en la investigación de los atentados del 11-M y pudo ayudar a que los siete cabecillas terroristas huyeran desde su guarida inicial (la infravivienda de Morata de Tajuña) al piso Leganés, donde finalmente tuvieron tiempo para atrincherarse y suicidarse al sentirse cercados. El instituto armado no informó a sus colegas del Cuerpo Nacional de Policía, volcados en la búsqueda del refugio de los islamistas, de las continuas quejas y denuncias de los vecinos de Morata, que tras los atentados llamaron en varias ocasiones al 062 para manifestar a los agentes sus sospechas sobre el grupo de marroquíes que vivía en la casa. Como los guardias no encontraron nada irregular, nunca llegaron a decírselo a sus mandos para que lo pusieran en conocimiento de la Comisión de Coordinación de los atentados. Un foro en el que la policía ya había informado de sus esfuerzos desesperados para encontrar el escondite de los terroristas en esa misma comarca madrileña. La búsqueda contrarreloj de la casa de Morata comenzó apenas dos días después de los atentados, tras constatar la policía nacional que uno de los primeros detenidos, Jamal Zougam, arrestado el 13 de marzo en el madrileño barrio de Lavapiés, había comprado un centenar de teléfonos móviles y tarjetas de prepago de Amena para activar las mochilas bombas, pero también para que los utilizaran los diferentes miembros de la célula terrorista. Los servicios de Información no tardaron en «pinchar» todas las terminales y en saber que la mayor parte de las llamadas de los móviles que todavía permanecían activos provenían de algún punto del sudeste de la Comunidad Autónoma de Madrid. Sin embargo, el sistema de localización de los móviles usado por la policía no era exacto y la búsqueda se hizo muy penosa, ya que el área de rastreo era muy amplia.