Diario de León

Las cintas grabadas por los agentes quedaron almacenadas en los archivos y recuperadas tras la masacre de Madrid

La falta de traductor impidió conocer datos vitales antes de los atentados

La policía «pinchó» el teléfono de Zougam pero no pudo traducir sus conversaciones

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Melchor Sáiz-Pardo - madrid
León

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Los servicios de Inteligencia marroquíes alertaron a principios de verano de 2003 a la policía nacional de que Jamal Zougam, uno de los autores materiales del 11-M, estaba «muy vinculado» a varios de los terroristas que perpetraron la masacre de Casablanca el 16 de mayo del año pasado y en la que murieron 45 personas. No fue un aviso más de los que saturaron por entonces los archivos de la policía española: no era una orden de detención como las que en junio se habían lanzado contra otros 16 activistas islámicos de los que se presumía podían haber huido a la península después de la masacre. Se trataba de una «información confidencial», en la que no se presentaban cargos contra el tangerino residente en Lavapiés, pero en la que se recomendaba vivamente mantenerle muy vigilado e informar de sus movimientos, habida cuenta de sus contactos en el pasado reciente con algunos de los más destacados terroristas detenidos en Marruecos. Según han desvelado fuentes de la investigación, en un primer momento las advertencias de las autoridades de Rabat no cayeron en saco roto. La Unidad Central de Inteligencia Exterior (UCIE) pidió autorización judicial a la Audiencia Nacional para intervenir varios teléfonos móviles relacionados con el dueño del locutorio madrileño. Las cintas comenzaron a grabarse de inmediato, pese a las dificultades para seguir las comunicaciones de Zougam, al que -dada su actividad de venta de móviles- no le resultaba difícil llamar desde diferentes números. No obstante, la recepción de llamadas casi siempre se hacía en las mismas terminales. Conversaciones en árabe Sin embargo, los problemas comenzaron de inmediato: la práctica totalidad de las conversaciones se mantenían en árabe. Aunque Zougam conoce perfectamente el castellano, sus interlocutores eran siempre magrebíes (la inmensa mayoría, marroquíes), por lo que la lengua que utilizaba era el árabe dialectal hablado en el norte de Marruecos, el darija . Los funcionarios encargados de escuchar los «pinchazos» alertaron a los mandos de la investigación de que era imposible seguir el contenido de las conversaciones, más allá de entender fugazmente los nombres en castellano de calles, ciudades o personas. La respuesta de la Dirección General de la Policía fue desalentadora, tal y como recordaban esta semana mandos de la investigación. Los responsables policiales rechazaron dedicar a uno de los cotizados expertos de árabe del CNP para dedicarle en exclusiva a las escuchas de Zougam, cuyo seguimiento «no era prioritario» en ese momento. Además, los pocos interpretes disponibles a tiempo parcial no eran expertos en darija , sino en el árabe más extendido, el hablado en Oriente Medio. Ante la falta de traductores, las órdenes desde la cúpula fueron continuar con las escuchas, aunque sin funcionarios que se ocuparan de oírlas en tiempo real, ya que no servía para nada. Las cintas de las conversaciones del activista sospechoso fueron acumulándose en los archivadores de los servicios de Información de la policía hasta que fueron recuperadas y traducidas tras los atentados del 11-M. Según reconocieron mandos de la lucha antiterrorista, la traducción a posteriori de las cintas aportó en los primeros días de la investigación «información fundamental» para conocer el entorno en el que se movía uno de los miembros clave de la célula terrorista montada por Serhane Ben Fakhet, El tunecino . No obstante, los funcionarios que han escuchado la trascripción de las cintas de Zougam aseguran que en ningún momento se hace mención a posibles atentados, ya que el activista islámico, como hacía el resto de sus compañeros, se cuidaba mucho de contar por teléfono informaciones sensibles.

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