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| Crónica | Cambio de talante en el hemiciclo |

Duelos casi versallescos

La extraña situación en el Congreso, en la que todos los grupos menos el PP apoyan al Gobierno, ha dado un vuelco a la tradicionalmente áspera sesión de control en el Parlamento

Publicado por
G. Bareño - redacción | madrid
León

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El primer duelo desde los escaños terminó de fijar las reglas del nuevo talante parlamentario. Frente al acoso al que se sometía cada miércoles Aznar, en unas sesiones en las que las balas le venían por todos lados, Zapatero recibió ayer un trato versallesco de la mayoría de portavoces de los grupos, incluido Rajoy, que optó por su legendaria ironía. La extraña situación del Congreso, en la que todos los grupos están unidos no frente al Gobierno sino ante el principal partido de la oposición, permitió advertir notables transformaciones. Así, el habitualmente agresivo Llamazares se convertía ayer en un cortés parlamentario que le preguntaba a Zapatero algo que ya sabía, cómo abordará el Congreso la investigación parlamentaria del 11-M. Más que un debate, hubo un intercambio de impesiones. La situación se repitió con la pregunta del diputado de ERC, Joan Puigcercós, que debatió con el presidente algo que ya han acordado de antemano: la exigencia de que el catalán (y el resto de lenguas del Estado) se recoja en la futura Constitución europea. De nuevo, duelo de guante blanco. La sesión permitió comprobar que Zapatero ha hecho los debe-res como nuevo presidente del Gobierno, pero sólo a medias. El líder socialista ha abando-nado su característico gesto de levantar y bajar repetitivamente la mano. Ahora, opta por el más sosegado de enfrentar las manos frente al pecho, como en actitud de oración. El resultado es más natural. Pero debe mejorar en la administración de los tiempos. Hasta tres veces se quedó con la palabra en la boca por sobrepasar el tiempo establecido para la respuesta. El inflexible presidente Marín le cortó la primera vez diciendo «lo siento muchísimo señor presidente pero su tiempo ha concluido». Pero Zapatero cayó otras dos veces en el error. Lo mismo le ocurrió a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. Al término de la sesión, la satisfacción en el PP era evidente, aunque desde el PSOE no se entendía muy bien por qué.