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| Crónica | Un estudio olvidado |

«A la investigación no se le da la importancia que tiene»

León

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Todas las grandes piezas de arte descubiertas desde el Renacimiento han sufrido el mismo proceso: primero han atravesado el desierto del desprecio de instituciones oficiales, luego se acalla su existencia y finalmente suelen triunfar y ser veneradas en museos o colecciones particulares. Tres décadas le ha costado al Grifo de Pisa -una pieza metálica de metro y medio de altura que se «rescató» del tejado del Baptisterio- convertirse en una referencia del arte islámico en el mundo. El director del Museo Arqueológico de Alicante, Rafael Azuar, uno de los expertos que ha visto de cerca el gallo veleta de San Isidoro opina que a esta «pieza única y extraordinaria» tal vez le suceda lo mismo. La investigación llevada a cabo en León para desentrañar desde varias disciplinas el origen físico, histórico y cultural del gallo veleta de San Isidoro es considerada como «pionera en su género» por este especialistao en arqueología medieval e islámica, Rafael Azuar. El análisis de pólenes es un ejemplo inusual de aplicación de las ciencia a la investigación arqueológica y sus conclusiones fueron la primera pista que descartó el origen no cristiano de la pieza. «Es una obra extraordinaria y con su estudio se ha hecho un gran aporte a la investigación; debe ser un orgullo para los leoneses». Sin embargo, Azuar lamentó que las instituciones «no hayan dado la importancia que tiene» a las investigaciones y sus resultados. A su juicio la pieza no sólo «es perfectamente comaparable al Grifo de Pisa», sino que podría superarla toda vez que ha sido confirmada una cronología anterior. Si la pieza italiana se remonta al siglo XI, con el gallo de San Isidoro -prescidiendo de la veleta- el origen entronca con la cultura siria o persa. Según Azuar una de las hipóstesis que parecen aproximarse más a su función es que «posiblemente se fabricó pensando en un palacio destinado a gran fuente y con ese mismo uso llegó a la Península en el siglo X a través de Bizancio». La fuente gallo aparece reseñada en Córdoba en el palacio de Abderramán III. En Medina Azahara había un patio con doce fuentes (una en forma de gallo). Las crónicas del rey de Toledo, Al Mamun, también hablan de una fuente gallo en su palacio. La historiadora Margarita Torres apunta dos hipótesis sobre la llegada a León de la pieza: 1) Como botín de guerra tras el saqueo que en el 1009 protagonizan los leoneses en Medina Azahara y el palacio de Almanzor. 2) Resultado de una entrega de «parias» durante la conquista de Toledo (1085).

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