Diario de León

Un rey persa ordena coronar con gallos las cruces de Jerusalén en el siglo VII

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La vida del gallo ha sido muy azarosa y su destino como veleta se encuadra dentro de la corriente del románico europeo que decide coronar las iglesias con representaciones de este ave de simbología religiosa y divina que va más allá del cristianismo. Las veletas gallo cayeron en desuso en el siglo XIII en favor de otro tipo de adornos como ángeles y el Cordero Pascual. Sin embargo, el gallo de San Isidoro nada tiene que ver, según se comprobó, con el de la catedral vieja de Salamanca. Pero «sería interesante» -se apuntó ya en el primer informe de restauración- su comparación con los gallos veleta de torres románicas como la de Santa María de Laach y la catedral de Worms, ambas en Alemania. La historiadora Margarita Torres, a partir de la datación de las tierras en el siglo VII, es que el gallo es «como poco coetáneo o incluso anterior a Mahoma (580-632)», es decir, que es fácilmente anterior al Islam o se encuadraría en los primeros momentos de su nacimiento. En ese momento, los dos imperios más importantes son Bizancio y Persia. El origen del gallo se encaja mejor, históricamente, en el mundo persa y en concreto en la conquista de los Santos Lugares por Corroes II. Este rey de la monarquía sasánida ordena que «todas las cruces que remataban los lugares asociados a Cristo sean sustituidas por gallos dorados». El gallo dorado era el emblema personal del rey de Persia, conocido como «rey de reyes». Este episodio que relatan las crónicas bizantinas da nuevas pistas sobre el uso y la simbología del gallo. Este animal es el «adelantado» de la luz en el mazdeismo, el culto de Zoroastro y esta concepción pasaría al islamismo colocándolo en lo más alto del cielo; su canto aparece en los hadices del viaje de Mahoma al mundo de ultratumba. Defensa del demonio Estos símbolos se «traducen» al mundo cristiano: el gallo anunciade la resurrección, espera a las tres negaciones de Pedro y adquiere un carácter de defensa frente al diablo. Las veletas ya eran usadas en la antigüedad -torre octogonal de Atenas- pero la figura del gallo se incorpora a ellas en época románica. Entre las referencias encontradas por las restauradoras figura, en primer luhar, un ejemplo en Italia en el año 820. Un manuscrito del siglo X representa en una miniatura las dos torres de la abadía de Cluny rematadas por sendos gallos; una antigua representación del tapiz de Bayeux (siglo XII) muestra la torre de Westminster con una veleta en forma de gallo. Solían ser de cobre cubierto con una capa de oro. En un códice del siglo XII de la catedral de Oeringhen se conserva un poema anónimo que habla del significado de la veleta: «De Dios es el gallo digna criatura/ y él es del presbítero típica figura -dice el poema- «sobre el templo el gallo, contra el viento erguido/ alza la cabeza y está prevenido;/ así el sacerdote, cuando el diablo venga, por su grey pelee y al dragón detenga». Y sigue: «El gallo es el único entre las aves/ que oye de los ángeles los conciertos suaves y nos amonesta a que mal no hablemos/ y que los celestes misterios gustemos». El que durante nueve siglos, al menos, ha recibido a las auroras leonesas y los primeros rayos del sol -como le gusta decir a don Antonio Viñayo- tiene una pequeña aleación de plomo en su fundición.

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