Cerrar

La revelación del carbono 14, que data en el siglo VII las tierras de su cola, exige más indagaciones para llegar a su raíz

El gallo no ha dado su último canto

Las investigadoras piden apoyo institucional para esclarecer la historia del gallo isidoriano

RAMIRO

Publicado por
Ana Gaitero - león
León

Creado:

Actualizado:

Lo que empezó como una restauración rutinaria se ha convertido en una de las investigaciones más apasionantes de la pequeña gran historia que envuelve a las piezas heredadas del pasado. El gallo veleta de San Isidoro fue retirado de la torre en diciembre del año 2000, a punto de declinar el siglo XX, y no volvió nunca más al sitio que había ocupado durante las nueve centurias anteriores. Una réplica anuncia, ahora, a quien la quiera escuchar, la aurora leonesa. El siglo XII era el punto de partida de las hipótesis sobre la cronología del gallo. Isidro Bango, comisario de la exposición Maravillas medievales que se desarrollaba en San Isidoro, fue el primero en alertar sobre la importancia de la pieza a las restauradoras. La figura del gallo se usó frecuentemente como veleta en los templos cristianos en época románica, pero a medida que se estudiaba la pieza más se alejaba su origen de esa veleta y de los siglos XI y XII. «Cuando empezamos la limpieza vimos adherido en el cono un primer nido que nos daba un asco terrible», explica la restauradora Marisa Carbajo. Pero aquello no se podía tirar ni aspirar sin más. Así empezó su peregrinaje por la Universidad de León en busca de expertos en insectos y acabó en el despacho de la bióloga Amor Fombella. La cuenta atrás fue certificada tres años y cuatro meses después, en abril de 2004. El estudio del carbono 14 ha llevado, por ahora, hasta el siglo VII. El año 680, con un margen de más/menos 40 años, es la fecha apuntada por la empresa americana acerca del origen cronológico de las tierras encontradas en la cola del animal de cobre plomado. No es pieza de gallinero La sentencia del abad Viñayo de que «ésta no es una pieza de gallinero» era confirmada con creces. Pero el carbono 14 sólo ha datado las tierras en las que se alojaron durante siglos los nidos de la abeja albañil que recogió pólenes muy poco comunes en la Península -ranínculus, podocarpus y cariota, entre otros- porque son oriundos de plantas que se encuentran en Oriente. «Estos taxones me estaban dando mucho que pensar pero no me atrevía a situarlos, en un principio, más allá del Sur», reconoce la bióloga Amor Fombella. Pero ahora hace falta saber quién hizo el gallo, quién lo encargó y con qué fines. Hace falta despejar la incógnita de la inscripción, del siglo XI, que aparece en el cono-soporte de la veleta. La palabra BERLANAZ, estudiada por el experto de la Universidad de León, Vicente García Lobo, «no es un patronímico» por lo que se descarta que sea una «firma». «Hace falta una explicación histórica para determinar por qué aparece en León, en la torre de San Isidoro», apunta la historiadora Margarita Torres. Se desconoce el tiempo que pasó desde hasta que la abeja anida en su interior y, en definitiva, hace falta más que una hipótesis histórica. La investigación necesita contrastar los pólenes y datos arqueológicos en oriente. Según Torres, hay que indagar en los museos de Teherán, Estambul, El Cairo, Jerusalén... para comparar el gallo con otras piezas metálicas de arte sasánida, bizantino e islámico de los primeros momentos del califato ortodoxo, profundizar en los análisis metalográficos de la pieza y revisar las inscripciones. Las investigadoras destacan el carácter multidisciplinar de los trabajos, pero la labor de equipo «necesita apoyo y ayuda de institucional». «Se necesita dinero», concluyen. «Las reparaciones que vimos en el cuerpo del gallo y en la bola podrían ser impactos de proyectiles de mosquetón de la época napoleónica» MARÍA LUISA CARBAJO, restauradora

Cargando contenidos...