El indocumentado está en paro e intentó atracar una sucursal de Alcalá de Henares
Un rumano secuestra durante siete horas a los clientes de un banco
El momento más tenso comenzó cuando el asaltante amenazó con suicidarse
Un inmigrante indocumentado rumano, Stoika Ovidio Antón, secuestró ayer durante más de siete horas y media a los clientes de un banco de la localidad madrileña de Alcalá de Henares, tras fracasar en su intento de atracar la sucursal. Finalmente, tras una complicada negociación en la que el asaltante llegó a pedir hasta un millón de euros y un helicóptero para huir, un mediador de la policía convenció al delincuente que se entregó poco después de las 20.00 horas cuando sólo tenía a dos personas retenidas. Antes, el asaltante había liberado con cuentagotas a otros diez de los doce cautivos que llegó a tener en su poder. El secuestro comenzó sobre las 12.45 horas, cuando el joven rumano -de 19 años, nacido en Albailulia, en la región de Transilvania, y que llegó a España hace cuatro meses y medio-irrumpió en el BBVA del número 8 de la calle Libreros, en el centro de la ciudad complutense y a escasos metros de la famosa Plaza de Cervantes, el «corazón» de la capital del Corredor del Henares. Antón -vestido de riguroso negro, cubierto con una larga gabardina y con gafas de sol oscuras--entró en el banco con un arma corta y una escopeta, y al grito de «!rápido, rápido, el dinero! ¿Dónde está el dinero?» «En ese momento, en la sucursal había, al menos, nueve clientes, tres empleados en las cajas y otro grupo de siete trabajadores del banco en la planta superior del edificio, de cuya presencia no se percató el asaltante. El director de la sucursal no se encontraba en el lugar cuando se produjo el atraco. Ovidio -al parecer, drogado o bebido- no había contado con que los cajeros de la sucursal del BBVA apenas tenían dinero, ya que todos los fondos se encontraban en la caja blindada de apertura retardada. Fue entonces cuando el rumano decidió secuestrar a empleados y clientes. El atacante, que aseguró que sólo había podido trabajar dos semanas en la construcción y al cuidado de niños desde que llegó a España, pese a tener estudios de bachiller y de veterinaria, pidió en un primer momento 50.000 euros a cambio de no hacer daño a los tres rehenes, un empleado, un cajero y un cliente, que en ese momento todavía mantenía cautivos. El atracador aumentó sus exigencias económicas. El rumano dio un ultimátum: si a las 22:00 horas no estaba listo el dinero y el helicóptero se quitaría la vida. Tras la liberación de los rehenes sin que él se percatara, el negociador convenció al inmigrante de que se entregara.