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| Crónica política | Arco voltaico |

Carod quiere un nuevo Aznar

Rajoy no es Aznar, para contrariedad de los nacionalistas. Y Zapatero, menos. Carod Rovira ha iniciado la campaña electoral arremetiendo contra el Gobierno del PSOE

Fernández de la Vega regañó a Zaplana

Publicado por
Manuel Campo Vidal - madrid
León

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Nadie niega en Esquerra Republicana, ni en el PNV, que sus mejores tiempos se los proporcionó José María Aznar y, en buena parte, Mayor Oreja. Eran los dos polos de un arco voltaico de gran rendimiento electoral. Subía el PP y subían los nacionalistas radicales mientras quedaban chamuscados socialistas y nacionalistas moderados. Pero aquello acabó, al menos teóricamente. Rajoy no es Aznar, para contrariedad de los nacionalistas. Y Zapatero menos. Así que si no hay Aznar, o mientras llega su genuino sustituto -que algunos en el PP ya están en ello-, habrá que inventárselo. Carod Rovira ha abierto la campaña electoral europea con frases tan injustas como ésta: «¿Dónde está la diferencia entre el Gobierno Aznar y el de Zapatero?. Ni uno ni otro defienden a Cataluña». Todo el mundo sabe donde está la diferencia y Barcelona no es una excepción. Por eso recibió a Zapatero en la inauguración del Fórum con el aplauso más largo que se ha llevado un presidente de gobierno español. Carod es-taba allí y por tanto también lo sabe, pero necesita dibujar un Aznar frente a él para que le funcione el negocio. Estaba molesto el líder independentista porque Pasqual Maragall apoyó sin reservas el miércoles por la noche en el Club Siglo XXI de Madrid el proyecto de la «España plural» de Zapatero. Y confirmó que los miembros de su gobierno, aun-que sean independentistas, también están comprometidos con esa España plural. «Dejemos de hablar del problema catalán. Es España la que tiene un proble-ma con Cataluña, y no sólo con nosotros, y estamos dispuestos a colaborar para solucionarlo», dijo el sucesor de Jordi Pujol en la máxima institución catalana. Carod, al día siguiente, fustigó a Maragall y a Zapatero en un tono que ni siquiera gusta a sus diputados en Madrid quienes sí aprecian el cambio de clima producido. Realmente este hombre, que sueña con ser el presidente de una Cataluña independiente, duró solo 37 días en el cargo de primer ministro catalán porque se equivocó gravemente al acudir a la reunión-trampa de ETA. Quedó fuera del gobierno, renunció dos meses después a ser diputado en Madrid -aunque obtuvo los mejores resultados de ERC en la postguerra- y ahora aparece sobreactuado buscando infatigablemente ese enemigo que le permita recuperarse. Movimientos subterráneos Otra cosa es que en el Partido Popular haya movimientos subterráneos que, de paso, devolverían a Carod su Aznar añorado en la figura de otro dirigente. Desde luego no será Rajoy, por su templanza y por su sentido del Estado, incompatible con la concepción bronquista de la vida política. «Nos jugamos mucho el 13 de Junio interna-mente -dice a este periódico un di-rectísimo colaborador de Josep Piqué-porque si perdemos por la mínima aguantaremos, pero si hay debacle electoral, Mariano y mi jefe pueden ser laminados por los Zaplanas del PP». Más sinceridad imposible. Curiosas elecciones las euro-peas. Siempre recibidas como un fastidio porque está todo el mundo cansado de ir a las urnas -especialmente en Madrid por-que será la cuarta convocatoria en un año- y siempre intere-santes porque adquieren un papel distinto. En este caso el examen europeo es una reválida para Zapatero, que ya aprobó en marzo, y un septiembre para Rajoy. Y los dos podrían aprobar, incluso ganando el primero: Zapatero legitimaría su victoria y desmontaría la explicación de que solo venció gracias al 11-M y Rajoy podría ganarse el derecho a repetir curso. Pero si pierde por mucho, el primer sucesor de Aznar, tiene grandes posibi-lidades de volver a su plaza de Registrador de la Propiedad en Santa Pola. Es la estadística de la sucesión de los grandes líderes. Fraga en-contró a Aznar tras ensayar con Herrero de Miñón, Hernández Mancha y Marcelino Oreja. Carrillo cedió el puesto a Gerardo Iglesias por su debacle en el 82 y aquello lo estabilizó Julio Anguita. Felipe testó a favor de Almunia, apareció y cayó Borrell, fracasó Almunia en las urnas y triunfó Zapatero. Y el turno de oposiciones a sucesor está ahora en el PP, siempre en el que pierde. Que las aguas andan revueltas en el PP lo admite cualquier diputado con libertad para hablar. Durán Lleida, por ejemplo, presidente de la Comisión de Exteriores, lo confirma sin matices a este periódico. Y todavía añade: «Parece mentira que en esa vuelta al bronquismo, que no es el estilo Rajoy, figuren personajes que hasta hace seis semanas eran ministros y que por su dignidad no deberían participar en pateos y escándalos». Durán no da nombres pero quince metros más adelante, en el propio pasillo del Congreso, otro diputado nacionalista ca-talán precisa: «Eso va, por lo menos, por Michavilla». Movimiento de fondo Nadie desmiente a estas alturas, ni en el PP -a excepción de los presuntos implicados-, que hay un movimiento de fondo bajo los pies de Mariano Rajoy. Pero nadie en el PP acepta que ese movimiento sea dirigido por Aznar como sugieren algunos di-putados de la izquierda.Y todo el mundo -fuera y dentro del PP- se hace cruces de que el candidato final de esa corriente pueda ser finalmente Zaplana. Su historia valenciana pesa mucho; para bien y para mal. Y así se lo espetó la Vicepresidente Fernández de la Vega, de escaño a escaño, para deleite de Sus Señorías, algunos populares incluidos: «Mire, señor Zaplana, desengañese, ya quedan muy pocas tierras míticas a las que regresar». Realmente, el 14-M el aznarismo hizo suspensión de pagos. Pero no se declaró en quiebra.