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| Reportaje | El último testigo |

Seis meses en Las Antillas en nombre de la ciencia

El marino leonés Tomás de Azcárate y Menéndez fue el hombre designado por España para estudiar el último tránsito de Venus, avistado el 6 de diciembre de 1882

Publicado por
M. Romero - redacción
León

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El ilustre marino y científico leonés Tomás de Azcárate y Menéndez (1849-1921) fue el hombre designado por España para observar en términos científicos y estudiar el paso del planeta Venus por el disco del Sol en 1882, la última vez que se produjo este fenómeno celeste. Se le confirieron varias comisiones especiales, pero entre ellas merece singular atención la desarrollada en París en 1881, a la que acudió con el entonces director del Observatorio de Marina San Fernando, Cecilio Pujazón, institución que el leonés dirigiría después durante 17 años consiguiendo pasar a la historia como uno de los científicos más brillantes de finales del siglo XIX y principios del XX, según constata una investigación del escritor Jesús Núñez. En París asistió al congreso internacional centrado en el tránsido de Venus. Posteriormente, para presenciarlo, se trasladaría durante seis meses a Las Antillas, escogiendo como lugares más adecuados el arsenal de Puerto Rico y la ciudad cubana de Manzanillo. Él vio el fenómeno en Puerto Rico junto a José de Ibarra. Entre sus aportaciones a la astronomía destaca la realización de un millar de placas para la Carta Fotográfica del Cielo, un importantísimo proyecto internacional en el que participaron 18 observatorios de la época. Para la posteridad Tras el avistamiento de 1882, un coetáneo y colega de Azcárate, el astrónomo William Harkness, dejaba la siguiente frase para la posteridad, que recuerda que nadie vivo será testigo del siguiente paso de Venus: «No habrá otro tránsito de Venus hasta el amanecer del siglo XXI de nuestra era, cuando broten las flores de junio en el año 2004. Cuando el último tránsito ocurrió, el mundo intelectual estaba despertando de las eras oscuras y la actividad científica que marcó nuestro conocimiento actual apenas comenzaba. ¿Cuál será el estado de la ciencia la próxima vez que el tránsito de Venus ocurra? Sólo Dios lo sabe. Ni los hijos de nuestros hijos estarán presentes para tomar parte en el evento astronómico de ese día...». El hito de Halley Previamente a estos tiempos, los astrónomos antiguos utilizaron el tránsito de Venus para obtener la primera información sobre las dimensiones del sistema solar. El astrónomo alemán Johannes Kepler, descubridor de las leyes de los movimientos planetarios, calculó en 1629 que los tránsitos de Venus se sucedían cada 130 años, pero murió ese mismo año y nunca llegó a precisar su teoría. No fue hasta 1677 cuando el astrónomo inglés Edmund Halley calculó por primera vez el paralaje solar, estableciendo la distancia a Venus y, a partir de ahí, determinando la denominada unidad astronómica. Fue un gigantesco avance para la ciencia de esos días. Halley, que sabía que no iba a ver un nuevo tránsito, invitó a las generaciones siguientes para que utilizasen su método, que en 1761, coincidiendo con un nuevo tránsito, impulsó grandes campañas europeas de observación. En ese año, más de 70 misiones fueron enviadas a todo el mundo, convirtiéndose en ese momento en la primera gran empresa científica de carácter internacional.

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