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Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ ARRIBAS
León

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MENOS de la mitad de los ciudadanos europeos son conscientes de la importancia de las actuales elecciones al nuevo Parlamento. La abstención es un factor determinante en una consulta electoral que va a servir como termómetro interno del estado de salud de la situación política de cada país. Aquí se produce una distorsión total de la convocatoria porque la elevada abstención puede deberse a que el electorado espera a los comicios generales para castigar al partido en el poder o en la oposición, donde sí tiene consecuencias directas. El escaso interés por lo europeo puede deberse a que los candidatos no son nada atractivos en ninguno de los países porque los partidos políticos utilizan las listas de europarlamentarios como «cementerios de elefantes», porque no se debaten de verdad los asuntos europeos que tienen una influencia directa en la vida de los europeos y porque la Unión Europea se construye por arriba sin pararse a involucrar o incentivar la participación ciudadana que sólo se demanda para depositar su voto y olvidarse hasta dentro de cuatro años. Y si encima hace buen tiempo y la gente se va al campo o a la playa, nos encontramos en una situación preocupante para la mentalidad europea, pero nada novedosa en la escena internacional porque ya es sabido que en estas circustancias la abstención aumenta, algo que preocupa seriamente durante la celebración de estas elecciones. Por ejemplo, el próximo 2 de noviembre el nuevo presidente de los Estados Unidos, la superpotencia mundial, será elegido en unas elecciones que únicamente registrarán un 50 por ciento, si llega, de participación. Sin embargo, este es un consuelo vano porque Europa tiene ante sí el reto más decisivo de su historia. La ampliación a 25 países implica un desafío de proyecto real, de eficacia y operatividad fundamentales para su propia supervivencia ya que la Unión Europea corre el riesgo de morir de éxito. ¿O es que la ampliación se ha realizado con objetivos meramente económicos y comerciales? El proyecto tiene además una dimensión política, social, de seguridad y defensa, y, por tanto, necesita el respaldo de los ciudadanos convencidos por las razones y argumentos de unos líderes que estén a la altura de los acontecimientos europeos, no sólo de los internos. Y un Parlamento que funcione.

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