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León

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El primer problema doméstico con que se toparán los 732 europarlamentarios -106 más que en el anterior quinquenio por la incorporación de los ocho países del centro y este de Europa, más Chipre y Malta- será el de las nuevas lenguas. El polaco, el húngaro, el checo, el eslovaco, el lituano, el esloveno, el letón, el estonio y el maltés son nuevos en la Unión Europea y elevan a veinte el número de idiomas oficiales, aunque en la práctica el inglés, el francés y el alemán tengan una manifiesta preeminencia. Este Parlamento de Babel se podría enrevesar aún más si prospera la solicitud de España para que se acepten como lenguas cooficiales el catalán, el gallego y el euskera, aunque la iniciativa tiene todas las trazas de no prosperar por las resistencias de otros países con otros idiomas además del oficial. Es el caso de Francia, país en el que se habla el occitano y el euskera; Italia, con el piamontés y el sardo; en Estonia, Letonia y Lituania hay una importante minoría que se expresa en ruso; en el Reino Unido, medio millón de galeses se comunican en su lengua. La incorporación de los diez nuevos socios ha creado innumerables problemas. Los servicios de la «Eurocámara» han tenido que ampliar las cabinas de traducción y contratar nuevos intérpretes, aunque en algunos casos se han tropezado con problemas insalvables, como encontrar un traductor de maltés, lengua hablada por poco más de 300.000 personas. Se convocó una oposición, pero todos los aspirantes suspendieron. El Parlamento Europeo tiene que encontrar como sea, antes de que empiece el periodo de sesiones, ese intérprete. De lo contrario, cuando intervenga algún parlamentario de la isla y se exprese en su lengua, toda la cámara se quedará «in albis». Los lituanos acuden a las urnas por un doble motivo, Disfrutarán el primer derecho como nuevos ciudadanos de la UE, en la que entraron el pasado 1 de mayo, y celebrarán elecciones presidenciales anticipadas.

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