VILLAR DEL MONTE
El pueblo que guarda el conjunto de arquitectura vegetal más rico de España
La casa de corredor con tejado de pizarra es la construcción dominante en la comarca, pero la variedad es tan grande como viviendas permanecen aún en pie en los pueblos cabreireses. Normalmente es una casa de dos alturas; en la superior se sitúa la cocina y las habitaciones y en la planta baja, las cuadras y a veces la bodega. El corredor es el elemento más singular de la vivienda; generalmente se aprovecha para ampliar el escaso espacio disponible en el interior y también para alojar el horno. Suele orientarse al este o al mediodía con el fin de rentabilizar al máximo las calorías solares. La madera que los recubre se convierte en un aislante natural frente a fríos y ventiscas invernales. Hay algunos realizados con un entramado de ramas y revoco de cal o barro; en Villar del Monte se conservan varios ejemplos aún en buen estado y se pretende restaurar uno en la plaza para que sirva de ejemplo a los propitarios. La escalera exterior o «patín» es de piedra y se realiza en paralelo a la fachada, protegida por el vuelo del corredor. Precisamente el vuelo de los corredores cubría casi todo el ancho de la calle principal de Trabazos hasta hace pocos años. Las nuevas construcciones, inspiradas en la vida urbana, acabaron con el encanto que un día descubrió en esta calle el arquitecto José Luis García Grinda. Villar del Monte, en cambio, ha conseguido salvar una muestra importante de estos corredores, escaleras, chimeneas y hornos en el plan de recuperación que se realiza estas últimas semanas con el dinero adjudicado por el Instituto Leonés de Cultura. Las dificultades para encontrar a los propietarios de las viviendas -muchos de ellos emigrantes en América Latina- retrasaron esta obra que debía haberse ejecutado el otoño pasado. Villar del Monte conserva ancestrales construcciones con cubierta de bálago, los pajares, que forman «el mayor conjunto de ejemplares y tipos de arquitectura vegetal del territorio español». El uso de la pizarra para las cubiertas en La Cabrera no tiene más de doscientos años; antiguamente, todos los tejados eran de paja de centeno. García Grinda siempre menciona el orgullo del pueblo irlandés por recuperar casas parecidas a estas cabreiresas como símbolo de su identidad.