Diario de León

FORNA

Las construcciones adquieren el color y las formas de la naturaleza

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León

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Forna es el último pueblo de La Cabrera Baja antes de llegar a La Baña. Para contemplar su viejo barrio hay que ascender por una angosta carretera hasta la cota de 1.200 metros en la que se asientan las viviendas, siguiendo el curso descendente de un arroyo. Apenas una veintena de habitantes viven en el pueblo, que en los últimos tiempos no sólo ha rescatado el molino y la fragua -con dinero del programa Leader- sino también el ambiente tradicional de su calle principal y otros dos conjuntos. Según Javier López Sastre se trata de una intervención que busca mostrar a los propietarios «cómo hay que tratar los diferentes materiales tradicionales de construcción y darles ejemplo para que estén motivados para arreglar sus casas también por dentro». El encauzamiento del arroyo y la construcción de una presa de derivación para poner en funcionamiento el molino durante el verano realzan el paisaje de ribera que atraviesa el pueblo siguiendo el curso del río. Llama la atención la manera en cómo sus antiguos pobladores aprovecharon la roca para sujetar sus moradas y los vericuetos e ingenios de piedra bajo los que discurren las aguas. El enraizamiento de la arquitectura con el paisaje hizo que este pueblo tomara el color de los esquistos gris obtenidos de sus canteras rudimentarias de piedra y pizarra. En otros pueblos de La Cabrera Baja, como Silván y Nocedael oscuro de sus muros se ha bautizado como «negro humo». En cambio, Villar del Monte muestra piedras rojizas, como Pozos y La Cuesta, también en La Cabrera Alta.

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