La carta que Fleming dirigió a León
El científico escocés escribió una misiva en 1947 a un futuro directivo de la compañía leonesa Antibióticos para hablar sobre los avances de la penicilina en España
Años antes de morir, pero ya en la cumbre, Alexander Fleming (Escocia, 1881-1955) tuvo que guardar cama como consecuencia de un intenso resfriado. Ya recuperado, se le preguntó qué plan había seguido para curarse, a lo que respondió: «Uno muy antiguo, cama y whisky abundante». «¿No utilizó antibióticos?», le replicaron. «¡No, por Dios! De antibióticos, ni hablar», exclamó risueño. Así era el científico que provocó el descubrimiento de la penicilina, el hallazgo médico más importante del pasado siglo. Fleming, que toda su vida atribuyó el avance a un simple azar de labaratorio, tuvo un mínimo contacto con León que hasta hoy era desconocido. El bacteriólogo, 16 años después de proporcionar al mundo una de las principales bazas de la lucha contra las enfermedades y tan sólo tres más tarde de recibir el Nobel de Medicina, se dirigió en una breve carta mecanografiada a uno de los futuros directivos de la compañía leonesa Antibióticos, por entonces sin constituir. En la misiva, el científico se congratulaba de «algunos buenos resultados que ya se están obteniendo en la investigación con penicilina en España» e indicaba que esta sustancia era «sorprendente en ciertos aspectos». Las palabras de Fleming a León fueron dirigidas en 1947. Eran tiempos en los que operaban en España 1.700 laboratorios farmacéuticos. Pese a que ya habían pasado 20 años desde que se conocían las propiedades del hongo Penicillium notatum , perduraba la escasez de antibióticos en el arsenal terapéutico. Licencia para curar La producción industrial de la penicilina sólo se llevaba a cabo por parte de dos compañías, Instituto de Biología y Sueroterapia S.A. y Leti-Uquifa. Pero su iniciativa no satisfacía las necesidades del país y las importaciones que se venían haciendo desde finales de la II Guerra Mundial eran exiguas. La probada eficacia de los fármacos impulsó la declaración de «interés nacional» para la fabricación de antibióticos, gesto que se oficializó en 1948 a través de un decreto de las autoridades sanitarias españolas. Se convocó un concurso para seleccionar propuestas de producción, al que concurrieron doce firmas. Las licencias finalmente se dieron a la Compañía de Penicilina y Antibióticos (Cepa) y a Industria Española de Antibióticos S.A., que con el tiempo se convertiría en Antibióticos S.A. La firma leonesa surgió con la fusión de seis laboratorios (Fábrica de Productos Químicos y Farmacéuticos Abelló, Ybys, Laboratorios Zeltia, el Laboratorio Experimental de Terapéutica Inmunógena, la Unión Químico Farmacéutica y el Instituto Llorente), que se constituyeron como sociedad el 3 de diciembre de 1949 con un capital social de 40 millones de pesetas distribuidos en 40.000 acciones nominativas de mil pesetas cada una. El capital humano era el centenar de jóvenes que confiaban en el futuro de este sector. 1950, el primer envasado En 1950, Antibióticos empieza a envasar penicilina y, más tarde, estreptomicina. Aunque con una producción modesta, la repercusión en el mercado fue inmediata. El objetivo de la sociedad era fabricar, por lo que al año siguiente comenzó la construcción de la factoría en León. Ese era el camino para cumplir el compromiso con la Administración de producir 6.000 kilos de antibióticos por año. Hasta 1956 Cepa y Antibióticos tuvieron la exclusiva de la producción nacional, pero a partir de ese año comienza la verdadera profesionalización del mercado. Merece especial mención el salto de Antibióticos en 1976 con la fabricación de amoxicilina. Tras los constantes planes de ajuste aplicados desde los 90, es ahora Antibióticos quien necesita una medicina de salvación.