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La restauración de obras de arte y de accesorios litúrgicos son dos de las pocas proyecciones supervivientes de este arte

Los avances aplicados a la joyería comercial acaban con los viejos orfebres

Desde que el hombre se ama a sí mismo ha confiado a los maestros artesanos la fabricación de joyas, armas y piezas ceremon

Detalle de la custodia de Enrique de Arfe expuesta en Sahagún

Publicado por
Javier de Vega - redacción
León

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La orfebrería es el oficio de trabajar artísticamente el oro y la plata, metales preciosos por excelencia. Los maestros orfebres -auri fabri, trabajadores del oro-, a cuyo arte hace ya referencia Homero, han sido desde el principio de los tiempos los elegidos por el hombre para la creación de piezas rituales que diesen lustro a ceremonias religiosas de todas las culturas. Toda joya, adorno litúrgico o trofeo de guerra, desde que el hombre se ama a sí mismo, ha pasado por sus manos, y su fulgor, por tenue que sea, continúa reflejando un misticismo que acompañado a personajes ilustres en su vida diaria. Volviendo al oro y a la plata, materias tan nobles confieren al maestro orfebre cierto carácter mágico, desde que éste las transforma hasta que adquieren sensualidad a nuestros ojos. Los maestros medievales, más puristas, atribuían esta trascendencia a la intervención de San Eloy, patrono de los orfebres, honrado cada primero de diciembre y cuya excelencia era tal que en vez de realizar un trono con el oro que le cedió el rey francés Clotario II, consiguió hacer dos. Durante el Renacimiento italiano se creía que estar en gracia con este santo era la única manera de alcanzar la maestría de los más grandes: Ghiberti, Donatello, Brunelleschi, Ghirlandaio y, sobre todo, Benvenuto Cellini. La alquimia de este arte responde también a una necesidad de autoexpresión, a una manera de codificar mediante un lenguaje estético la relación que existe entre el orfebre y la materia noble. Tantas son las técnicas que asisten a este hermoso arte que, según cuentan los entendidos, no se ha conocido a ningún ser humano tan emprendedor como para practicarlas todas, o que lo haya hecho bien. «Saber más o saber menos es una medida que sólo encuentra parámetro en las necesidades personales de cada orfebre, pues la suma de sus conocimientos adquiridos es fruto de sus experiencias vividas», puntualiza un compendio sobre esta maestría. El proceso Para que haya orfebrería deberá haber taller, el vientre de futuras ideas. Se podría decir que un orfebre crece cuando nace su taller. La ornamentación y diseño de la pieza configuran su fase proyectiva, su gestación. El cincelado, suele decirse, supone casi un oficio en sí mismo. Al igual que otras ramas de la orfebrería, las técnicas de cincelado han cambiado muy poco en el curso de los siglos. Se nutre de la escultura y del dibujo. Modelo, forjado, ensamble y calado serían las siguientes fases del proceso, previas al término de la pieza. En la actualidad, la técnica y la industria, aplicadas a la joyería comercial, sepulta la labor artesanal de un arte que es fruto de siglos y siglos de perfeccionamiento. Este avance erosionador hace que la restauración de ajuares eclesiásticos y obras de arte sean hoy las únicas proyecciones de la técnica artesanal de los grandes maestros.

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