Diario de León

Una voluntad de diferenciarse rápida y claramente de Aznar

Con la retirada de Irak, diversas medidas sociales y el nuevo talante, Zapatero se ha querido desmarcar de su antecesor, pero también ha habido incumplimientos y contradicciones

Imagen de archivo de un mitin del PSOE en Talavera de la Reina

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Enrique Clemente - redacción | madrid
León

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El principal objetivo del Gobierno de Zapatero ha sido marcar diferencias, claramente y de forma inmediata, con el presidido durante ocho años por José María Aznar. Su primera medida, el sorprendente anuncio de la retirada de las tropas españolas de Irak nada más tomar posesión como presidente, fue la plasmación más evidente de este deseo de desmarcarse de lo hecho anteriormente. También representó un gesto de autoridad y de afirmación del liderazgo de un político que había ganado las elecciones contra pronóstico y al que algunos consideraban débil. Durante estos casi cien días de Gobierno, Zapatero ha querido distinguirse visiblemente en otros asuntos: el aumento de las becas, la suspensión de ciertas medidas educativas previstas en la LOCE, el proyecto de ley de violencia de género, las nuevas medidas para favorecer el acceso a la vivienda. El mensaje que ha querido lanzar el jefe del Ejecutivo es que los socialistas se procupan mucho más que sus antecesores de los asuntos sociales. También ha dado la impresión de que el Gobierno, al principio, estaba ansioso por hacer cosas, lo que ha dado lugar a algunas precipitaciones. Y que no tenía las ideas claras en algunos asuntos, por ejemplo en el Plan Galicia, quizá porque los socialistas no pensaban que iban a gobernar. Otro aspecto en el que ha incidido Zapatero ha sido en el manido «talante». Es evidente que ha habido un cambio de formas con respecto al Gobierno del Partido Popular, a pesar de la dureza de la batalla política. La personalidad abierta y jovial del nuevo inquilino de La Moncloa no tiene nada que ver con la más introvertida del «sequerón» Aznar. Pero Zapatero ha tenido la virtud de saber imbuir de ese nuevo talante a sus ministros y colaboradores, y eso se ha notado para bien. El resultado es que el clima político ha mejorado notablemente, hay más diálogo y el Parlamento ha recuperado protagonismo, a lo que ha contribuido también que no haya ningún partido con mayoría absoluta. Pero en estos cien días ha habido también incumplimientos, algunos errores y contradicciones entre miembros del gabinete. Un ejemplo emblemático fue el anuncio de la ministra de Cultura, Carmen Calvo, de bajar el IVA de los libros sin tener en cuenta que las normas comunitarias lo impedían. Por su parte, el vicepresidente segundo, Pedro Solbes, ha tenido que actuar como una especie de apagafuegos, saliendo a la palestra para rectificar propuestas de varios ministros que incidían en el área económica, que es de su competencia. Sin duda el ministro estrella ha sido José Bono. Empezó mal con una toma de posesión esperpéntica impropia de un cargo público. Y se volvió a equivocar al aceptar una medalla, aunque aquí supo rectificar y renunciar a ella. Sin embargo, su labor ha sido notable en el repliegue de las tropas de Irak y en el esclarecimiento del trágico accidente del Yak 42. La gran revelación, sin embargo, está siendo María Teresa Fernández de la Vega, una política sutil, nada dada a estridencias y sabe también moverse en la sombra. Menos suerte han tenido Magdalena Álvarez o Elena Espinosa.

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