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Un hito parlamentario

El ex ministro de Interior soportó sin titubeos ni contradicciones más de diez horas de preguntas; la comparecencia más larga de la historia moderna del Congreso

El ex ministro de Interior, Ángel Acebes, en su comparecencia

Publicado por
R. Gorriarán - madrid
León

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Impertérrito y firme como una roca durante diez horas y diez minutos. Ángel Acebes protagonizó una de las comparecencias más largas que se recuerdan en los últimos 28 años de historia reciente del Congreso y que sólo interrumpió para un descanso fisiológico de cinco minutos. Todos los comisionados, con independencia de su color político, alabaron el aguante del ex ministro del Interior, y la diputada del PNV Margarita Uria llegó a disculparse por «el trato inhumano». Acebes no sólo soportó sin comer y sin que se le moviera un pelo -en sentido estricto- la comparecencia, sino que sorteó con habilidad las numerosas emboscadas verbales de los parlamentarios del PSOE, CiU, Esquerra Republicana, IU y Grupo Mixto. Apenas contó con la lógica complicidad y el aliento de varios diputados del PP, con el portavoz Eduardo Zaplana a la cabeza. Respondió a las mismas preguntas formulada de mil formas diferentes sin titubeos ni contradicciones y cuando los diputados trataban de minar su firmeza con el recurso de que no hacía frente a las cuestiones y se evadía, respondía de forma invariable que estaba en «perfectas condiciones físicas y mentales» para satisfacer la curiosidad del interlocutor. Duro interrogatorio El portavoz socialista, Álvaro Cuesta, sometió al ex ministro a un duro e interminable interrogatorio durante casi tres horas. Pero Acebes se permitió incluso animarle a «seguir hasta donde usted quiera, y volveremos al mismo sitio, que es el único que encaja: se dijo la verdad». El único que no parecía sorprendido por la fortaleza física y mental de Acebes era su ex colaborador y ex secretario de Estado de Seguridad Ignacio Astarloa, que recordó que en las reuniones del ministerio para la preparación de la Ley de Partidos «se sentaba a las cinco de la tarde y se levantaba a las siete de la mañana sin haberse aflojado siquiera la corbata». Demostró que el término «culo de hierro» que se aplica a los negociadores infatigables, se ajusta, en su caso, como un guante. Sabía lo que quería contar y lo plasmó en una declaración leída de 11 folios antes de someterse al bombardeo de preguntas. Y a partir de ahí, nadie logró desviarle del libreto que tenía en la cabeza. No dio ninguna información nueva, salvo el detalle de que Arnaldo Otegi tenía el teléfono intervenido y las fuerzas de Seguridad conocían todas sus conversaciones de forma que supieron que el 11 de marzo no pudo ponerse en contacto con la banda terrorista ETA por más que dijera que la organización terrorista no era la autora de los atentados. Acebes, cuando los comisionados intentaban hacer aflorar descoordinaciones en la investigación, reprochaba al interpelante -con una sorna inusual en su estilo- que podían hacer esa pregunta a Astarloa, cuya citación fue rechazada por los portavoces del PSOE.

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