| Análisis | Política internacional |
España aspira a convertirse en primer actor europeo
Ni siquiera hicieron falta 24 horas de mandato para que José Luis Rodríguez Zapatero cambiara de forma drástica, como había anunciado en numerosas ocasiones, el rumbo de la política exterior española. Una sola decisión, la retirada de tropas de Irak, fue suficiente para romper con la estrategia cuidadosamente elaborada por su predecesor para estrechar lazos con Estados Unidos y crear un eje europeo alternativo al franco-alemán. El Gobierno socialista soltó amarras de la primera potencia mundial con el propósito de centrar sus esfuerzos en la construcción europea. Su objetivo es trabajar «codo con codo» con Francia, Alemania y Reino Unido, y convertirse en uno de los puntales de la Unión ampliada. La independencia de Washington permitirá, según su criterio, hablar con voz propia en América Latina. El viaje de «vuelta a Europa», según la terminología socialista, comenzó en realidad poco después del 14 de marzo, cuando el futuro jefe del Ejecutivo ordenó a quienes iban a ser sus ministros de Defensa y Exteriores que sondearan las posibilidades de que la ONU se hiciera con las riendas del país del Golfo Pérsico y preparara el traspaso de poderes a las autoridades iraquíes. Estados Unidos recibió entonces un mensaje claro del Gobierno in pectore : que por encima del aparente hilo directo con la Casa Blanca del que disfrutaba Aznar, resituaría su relación con la Unión Europea y que, como a su juicio había solicitado la ciudadanía española al concederle su apoyo, reprobaría las «acciones preventivas unilaterales» aunque esa postura supusiera tener que hacer frente al enfado del presidente George W. Bush. A pesar de la buena acogida en la opinión pública, esta actitud situó al Gobierno de Rodríguez Zapatero en una difícil situación. El jefe del Ejecutivo defiende la retirada de tropas como lo mejor que ha hecho en estos cien días, como una vuelta a la legitimidad internacional que no sólo acerca a España a Europa -es decir, a las posiciones de Francia y Alemania- sino que le hace ganar crédito ante los países árabes y ante Iberoamérica. Este giro, sin embargo, también ha obligado a extremar la diplomacia con la Administración norteamericana y con el Reino Unido, con el que ya ha tenido varios enfrentamientos relacionados con la cuestión de Gibraltar en el plazo de tres meses.