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La vida de Conde entre rejas

Dispone de 60 euros a la semana para gastar en el economato de la prisión, tiene televisor y ordenador portátil autorizados, trabaja de ordenanza en su módulo y lee en sus ratos libres

Publicado por
Paloma Abejón - redacción | madrid
León

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Mario Conde se levanta a las ocho de la mañana, como el resto de reclusos de Alcalá Meco, para el recuento matu-tino. Después ducha, la lim-pieza de la celda y un café con bollos para desayunar. A las 13.00 horas, el almuerzo; a las 14.30, recuento. A las 21.00, a la celda hasta el día siguiente. Dos horas después apagan las luces. La rutina en prisión es la misma para todos, pero las condiciones de vida depen-den mucho de quién eres, y él es Mario Conde. Aunque el ex banquero ha contado en varias ocasiones la dureza de su vida entre rejas, lo cierto es que el cese del director de Alcalá Meco ha demostrado que vivía con ciertos privilegios en prisión. Mientras el resto de los internos en su misma situación en la cárcel sólo tienen derecho a una comunicación mensual con sus familias una vez al mes durante hora y media y siempre por la mañana, él disfrutaba de una media de seis al mes y de más de tres horas. Trabaja de ordenanza en el módulo de ingresos y se en-carga de la ropa y los enseres de los reclusos que entran y salen de prisión. Así reduce su pena. Conde tiene todo lo necesa-rio para vivir bien en prisión: dinero. Eso sí, ha tenido que cambiar sus cheques por di-nero de cartón, como todos los demás. Al entrar en la cárcel le requisan su dinero y lo ingresan en su cuenta particular en la cárcel (en una de sus estancias deposi-tó medio millón de pesetas). Después, las autoridades de Alcalá Meco le facilitan unos sesenta euros semanales que él puede gastar a su antojo en el economato o en la cafete-ría. Un café vale 25 céntimos; un refresco, 35. Dicen que Mario Conde ha optado por el aislamiento como fórmula para sobrevivir en prisión. En sus ratos libres lee filosofía o religión -parece que últimamente le atraía el budismo-, pero también se desahoga escribiendo sus pensamientos en un ordenador portátil. Ahora parece que estaba escribiendo un libro que piensa publicar en breve sobre el comportamiento de determinados personajes de la vida pública española que han estado cerca de él. Mario Conde, pese a todo, es respetado en prisión por el resto de los reclusos. Algunos llegaron a pedir que se permitiera que el ex banquero les diera clases de matemáticas. El ex responsable de Ba-nesto se ha preocupado de tener amigos en la cárcel como garantía de seguridad y como forma de integrarse. Juan Asensio, un ex propietario de cines en Almería, ha sido uno de sus compañeros dentro y le defiende a capa y espada. Asensio asegura que los momentos más duros del ex banquero siempre han coincidido con los reveses que le daba la justicia denegándole el tercer grado y cosas similares. Conde ha ido aprendiendo a fuego las reglas de la cárcel. En febrero de 1995, cuando él y Arturo Romaní abandona-ban Alcalá Meco por primera vez, pretendían llevarse sus televisores. Un funcionario les advirtió. «Miren que aquí es costumbre dejarle la tele a otro que no tenga y los van a poner verde», les dijo. Como a buen entendedor sobran palabras, Conde reaccionó de inmediato. «La mía que se la queda Cámara, ¿a quién le das la tuya, Arturo?», dijo. Es inteligente y observador y eso le ha servido de mucho. No ha dado ni un problema, su comportamiento es ejemplar y procura anticiparse a cualquier problema en el cárcel alejándose a tiempo. La celda en la que pasa sus días tiene barrotes verdes, igual que la puerta, en la que con tiza blanca figura su nombre. El habitáculo en el que vive tiene diez metros cuadrados, igual que el resto de las celdas de su módulo, y la cama es un bloque de hormigón pegado a la pared con un colchón de espuma.

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