Rajoy no acaba de cerrar la sucesión
La derrota electoral del 14 de marzo del 2004 se cruzó en el camino de José María Aznar, que había previsto una sucesión breve para ceder el testigo de la dirección del PP a Mariano Rajoy, con la previsión de que su designación «a dedo» sería convalidada por las urnas. No fue así y el nuevo líder del partido recibió el castigo electoral destinado a su predecesor, lo que abrió un proceso de transición en el PP del que ahora se cumple un año y que tendrá que cerrarse dentro de un mes con la celebración del congreso nacional. El 2 de septiembre del año pasado, la Junta Directiva Nacional aplaudía y aclamaba a quien creía que sería el siguiente presidente del Gobierno. «Desde hoy, el líder del Partido Popular se llama Mariano Rajoy», dijo Aznar ante el máximo órgano de su partido entre congresos que había de dar el visto bueno a la designación que el todavía jefe del Ejecutivo hizo en solitario. El sucesor apostó por el continuismo e hizo una campaña electoral tan conservadora que ni siquiera se atrevió a debatir públicamente con su adversario socialista, creyéndose candidato ganador. Los acontecimientos dieron un vuelco espectacular y el líder del PP cosechó una estrepitosa derrota que se apresuró a encajar la misma noche electoral, acompañado por el presidente saliente y toda la cúpula del partido. En unos nombramientos de urgencia, inmediatamente después de la derrota electoral, el todavía presidente del partido intentó cerrar vías de agua y rodearse de un nuevo equipo de trabajo. Ángel Acebes en la secretaría general adjunto, Eduardo Zaplana como portavoz en el Congreso y Carlos Aragonés como adjunto al secretario general vinieron a confirmar que Rajoy seguía apostando por el continuismo o, en el peor de los casos, se había visto condicionado por su predecesor en una decisión tan trascendente como la elección de sus colaboradores. La sombra de Aznar no sólo ha sobrevolado a su partido y su nuevo líder sino que ha condicionado casi todos sus movimientos a lo largo de este año.