| Análisis | Un problema milenario |
Libres con todas las de la ley
Reformado siempre que la realidad social lo demandaba, el divorcio ya fue permitido en los cinco primeros siglos del cristianismo
La denominada Ley del Divorcio fue aprobada el 7 de julio de 1981 y, aunque se esperaba una avalancha de demandas, durante el primer año no se llegaron a tramitar 10.000. Era un comienzo de año muy agitado: la nueva democracia sufría el golpe de Estado del 23-F. En ese tiempo se estaba produciendo la incorporación de España a la Otan y el Thriller de Michael Jackson arrasaba en todo el mundo. En ese panorama no es difícil de imaginar que esta ley llegaba con miedos y muchos condicionamientos, aunque con una realidad social que la demandaba. Desde su aprobación, la ley se ha modificado en varias ocasiones, la primera en 1984 con motivo de la reforma de la ley de enjuiciamiento civil. En el 2000 también se derogaron nueve disposiciones adicionales de la ley relativas a juicios y, al año siguiente, se derogó una nueva disposición sobre medidas fiscales. La última reforma que afectó a la Ley de Divorcio tuvo lugar en el 2003 y tuvo como objetivo regular el régimen de visitas de los abuelos a los nietos en caso de separación y divorcio. Lícito desde el siglo V Pero quienes piensen que el divorcio es una realidad de hoy están equivocados. Diferentes padres de la iglesia, entre ellos orientales, griegos e incluso occidentales, permitieron durante los cinco primeros siglos de historia del cristianismo que el divorcio fuera lícito en ciertas situaciones; todas incluían el adulterio y casi todas el abandono conyugal. A modo de ejemplo, una de las causas de divorcio establecidas en el primer concilio de Inglaterra bajo la presdiencia de San Teodoro de Canterbury: «Si la esposa de alguien ha cometido adulterio, se le permite a él despedirla y tomar otra... A ella, si consiente en hacer penitencia por sus pecados, se le permite tomar marido después de cinco años». Sólo en Occidente, a partir del siglo IX la iglesia católicorromana comenzó a considerar el divorcio ilícito, una posición que ha conservado hasta hoy.