Los documentos enviados a la comisión revelan que estuvieron a punto de detener a El Chino y al Tunecino
Las fuerzas de seguridad tropezaron cinco veces con la trama del 11-M
El Ministerio de Interior estudiará si abre una investigación interna por negligencia
La policía y la Guardia Civil tuvieron ante sus narices cinco veces, al menos, la trama terrorista del 11-M. Los documentos remitidos a la comisión de investigación desvelan que las fuerzas de Seguridad no se percataron antes de los atentados de que tenían al alcance de la mano abortar el mayor ataque terrorista en Europa. Merodearon el grupo asturiano de venta ilegal de explosivos, inspeccionaron la casa de Morata de Tajuña, centro logístico del comando, y controlaron a los dos máximos responsables de la célula sin sospechar de sus actividades. Fueron agentes de la Guardia Civil los que dispusieron de la mejor ocasión para descubrir los planes de los terroristas. Fue el pasado 29 de febrero, once días antes de la masacre. Uno de los documentos enviados por el Gobierno al Congreso relata que los funcionarios interceptaron en una carretera de la provincia de Burgos el vehículo en el que el número dos de la célula terrorista, Jamal Ahmidam El chino , regresaba desde Asturias a Madrid con parte de la dinamita robada y que iba a ser utilizada en los atentados en el maletero. Exceso de velocidad El marroquí fue parado por exceso de velocidad. El conductor no pudo presentar un solo documento del Toyota Corolla cedido por Emilio Suárez Trashorras. Los agentes, según los protocolos de la Guardia Civil, tenían que haber inmovilizado el vehículo, comprobar si era robado y si la identidad del conductor -que viajaba con documentos falsos- era la verdadera. Sin embargo, se habían 'caído' los sistemas y los agentes dejaron marchar a El chino y su letal carga hacia Madrid, eso sí, no sin antes imponerle tres multas. En la segunda oportunidad de que dispusieron las fuerzas de Seguridad para descubrir el 11-M, la policía tampoco se molestó demasiado en saber quiénes eran los «moritos» con los que Suárez Trashorras se relacionaba. Los informes insisten en que el Grupo de Estupefacientes de Avilés, del que era confidente el ex minero, se limitó a fiarse de la palabra de Suárez de que tenía una relación de «amistad» con aquellos magrebíes. Las fuerzas de Seguridad incluso pudieron evitar Suárez robara la dinamita que luego vendió a El chino. Otro de los documentos, firmado por la Comandancia de la Guardia Civil de Asturias, reconoce que el instituto armado estaba detrás de la trama de venta de explosivos que dirigía Antonio Toro, el cuñado de Suárez, desde febrero de 2003. La colaboración ciudadana llevó a la Guardia Civil, antes de que se produjesen los atentados, a la casa de Morata de Tajuña, en Madrid, que resultó ser el centro logístico donde se fabricaron las bombas. Los últimos informes desclasificados revelan que una vecina llamó al 062 para denunciar que la casa era «frecuentada por individuos de origen árabe» que «causaban sospechas». Los agentes, sin embargo, no se esmeraron en su investigación. Vigilancia al Tunecino La quinta línea de investigación fue la única que se explotó en el tiempo, aunque también sin resultados. Desde principios de 2003, la Brigada Provincial de Información de Madrid vigiló «de forma esporádica» a Serhane Ben Fakhet, E l tunecino , porque tenía informaciones que le relacionaban con una célula durmiente. El Ministerio del Interior, por el momento, no ha depurado responsabilidades por este cúmulo de errores o fatalidades. El departamento de Alonso prefiere esperar a que termine la instrucción judicial del caso para decidir si abre una investigación interna que determine si hubo negligencias. El ministro recordó este miércoles que el juez por ahora es el «dueño excluyente y exclusivo de la investigación», y «a la vista de las conclusiones» de la Audiencia Nacional, se decidirá «qué se hace y qué no se hace».