Diario de León
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León

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La historia de Pedro Jiménez García es la de un violador reincidente tan peligroso fuera de la cárcel como inofensivo dentro de ella, a tenor del historial delictivo que arrastra desde los 16 años y los favorables informes de los psicólogos, trabajadores sociales y educadores. A sus 35 años, este recluso ha pasado los últimos 19 entre rejas por varios delitos de agresión sexual y robo con intimidación, muchos de ellos cuando instituciones penitenciarias lo había puesto a prueba dejándole varios días en libertad para confirmar que estaba respondiendo favorablemente a su tratamiento de rehabilitación. Este hombre, de tan solo 1,57 de estatura, pero de complexión fuerte, pisó la cárcel por primera vez en mayo de 1985 por un delito de abusos deshonestos y otro de violación en grado de tentativa. Desde entonces, ha pasado por el centro de Jóvenes de la Trinidad y por las prisiones de Ponent, Quatre Camins, Modelo y Brians, donde debía haber regresado esta semana. Vecino de El Prat, no tiene domicilio conocido ni tampoco familiares que se ocupen de él. Hace año y medio se enteró de que sus padres habían muerto, con su hermana pequeña no tiene contacto y las únicas visitas que recibía en la cárcel eran las de su hermana mayor y un hermanastro por parte de padre. Cuando pisa la calle, Jiménez puede convertirse en un fiero atracador, capaz de robar y violar sin el menor escrúpulo. Sin embargo, en prisión su actitud parece ser radicalmente opuesta y nunca se ha revelado como un preso conflictivo. Asiduo de las actividades deportivas de la prisión, en los últimos tiempos había realizado trabajos de oficina y lavandería Pese a que sólo tiene el graduado escolar, Jiménez intentó aprovechar su estancia en la cárcel para sacarse primero de BUP y, aunque no lo consiguió, la prisión le ha servido para seguir cursos de inglés, catalán, informática, electrónica, artes gráficas, delineación, dibujo o peluquería, profesión ésta última que figura como oficial.

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