Aguirre, un carácter duro y ubna sonriza amable
Esperanza Aguirre Gil de Biedma (Madrid, 1952) está dejando perplejos con su estilo autoritario a quienes sólo conocían la imagen pública de señora bien algo despistada que transmitía en el programa satírico Caiga quien caiga . Pero Espe, nombre con el que se hizo popular en aquel programa, no ha sido nunca una mujer condescendiente y mucho menos sumisa. A Esperanza Aguirre nunca le gustó perder. Cuando se marca un objetivo no ceja hasta lograrlo, como bien demostró en las elecciones a la Comunidad de Madrid, en las que necesitó que se repitieran los comicios para ser presidenta, con la inestimable colaboración del impresentable Tamayo. Casada con Fernando Ramírez de Haro, conde Murillo y grande de España, esconde tras su permanente sonrisa un fuerte carácter y un altísimo nivel de exigencia con sus colaboradores. Y esconde también un ideario ultraliberal que le acerca más a su admirada Margareth Thatcher que al centrismo hacia el que el PP lleva décadas viajando. Estudiante brillante de Derecho, técnico del Estado con 24 años, concejal de Madrid a los 31 y militante liberal de viejo cuño, Aguirre sería partidaria de privatizarlo todo, dejando al Estado en su mínimo esqueleto. Sus enfados son terribles, según aseguran sus colaboradores. Su ambición política está en proporción a ese carácter. Tras ser ministra, presidenta del Senado y presidenta de Comunidad, era la mujer que más alto había llegado en la historia política española hasta que María Teresa Fernández de la Vega fue nombrada vicepresidenta del Gobierno. Aguirre se ha empeñado en disputarle el control del PP en Madrid a Gallardón, que manejaba los hilos en la capital a través de Pío García Escudero. No hay ningún otro caso en el PP en el que un presidente de Comunidad no controle el partido en su territorio. Pero el caso de Madrid es muy peculiar, dado que Gallardón no sólo era el anterior presidente de la Comunidad sino que en las elecciones autonómicas y municipales sacó muchos más votos que Aguirre.