Diario de León

El líder popular, fiel a su estilo, se implica lo menos posible

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E. Clemente - redacción | madrid
León

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Mariano Rajoy estaba ayer serio, muy serio, inusualmente serio. La primera reunión de su Comité Ejecutivo tras ser elegido presidente del PP en el pasado congreso se vio empañada por el duelo Aguirre-Gallardón. Fiel a su estilo de «mojarse» lo menos posible y dejar hacer a sus colaboradores, el presidente popular ha permitido que fuera Acebes quien interviniera en la crisis en favor de la presidenta madrileña. Y ha evitado intervenir y decantarse por uno u otra, hasta el extremo de que ayer confesó que no ha hablado sobre el asunto con ninguno de ellos, algo que puede resultar sorprendente. Es su estilo y no hay que esperar que lo cambie a esta alturas, aseguran en fuentes del Partido Popular. De momento, esa táctica no ha funcionado y las posiciones siguen siendo irreconciliables. Pero lo peor para el PP es que el conflicto no está dañando sólo a sus protagonistas, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, sino a un partido que aún está reponiéndose de sus heridas tras el 14-M. Demasiado lejos La pacificación en el PP de Madrid se ve cada vez más lejana. La presidenta y el alcalde han ido ya demasiado lejos, en una carrera que en el caso del segundo muchos consideran suicida, porque no dan ninguna posibilidad de victoria a su candidato, Manuel Cobo. Pero es indudable que la imagen de Esperanza Aguirre también va deteriorándose por momentos entre los que piensan que ha puesto sus ambiciones personales por encima de los intereses del partido. Mariano Rajoy es también un perdedor en esta crisis. De ahí su seriedad y su nula locuacidad en la rueda de prensa de ayer. Su táctica de cara al exterior (aquí no pasa nada y porque haya dos listas) no resulta creíble, porque el problema no es ese, sino el grado de enfrentamiento entre Aguirre y Gallardón. Es muy malo para él que en el partido se extienda una cierta añoranza por el estilo autoritario, la mano de hierro de Aznar, que no permitía disensiones internas. Es de justicia resaltar que las cosas cambian cuando se pierde el poder; entonces es el momento en el que afloran los disidentes. Pero la política y la justicia son cosas distintas.

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