Diario de León

El cabecilla del 11-M salió de prisión tras cumplir sólo cinco de los 14 años de condena

El séptimo suicida captó a cuatro de los terroristas que se encuentran huidos

Los servicios de inteligencia sabían que Lamari había prometido atentar en España

Bomberos y policías trabajan en los escombros del edificio de Leganés

Bomberos y policías trabajan en los escombros del edificio de Leganés

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Melchor Sáiz-Pardo - madrid
León

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Allekema Lamari, identificado el pasado viernes como el séptimo suicida de Leganés y jefe del grupo terrorista del 11-M, no fue sólo uno de los cerebros de la masacre. También llegó a convencer a cuatro de sus acólitos para integrarse, junto a él, en la célula integrista. Los tres marroquíes y el argelino que ex líder del GIA introdujo en el comando, sin embargo, no acompañaron a su líder en la inmolación colectiva del pasado 3 de abril y todavía se encuentran en paradero desconocido. Según fuentes de la lucha antiterrorista, el primero de los activistas que Allekema Lamari captó para el 11-M fue Mohamed Afalah. Este marroquí era el lugarteniente de Lamari e hizo durante mucho tiempo de chófer y guardaespaldas del ex líder del GIA. Ambos viajaron juntos a la estación de Alcalá de Henares para abordar los trenes en el Skoda Fabia que apareció el 13 de junio junto al apeadero. Afalah tras la explosión de Leganés huyó a Barcelona -y desde allí a Bélgica u Holanda- junto con otro de los terroristas fichados por el «emir» del 11-M: el también marroquí Mohamed Belhadj, el integrista que alquiló el piso de Leganés, aunque se desconoce si participó en persona en los atentados. El tercer terrorista que Allekema Lamari introdujo en el comando de Madrid es Abdelmajid Bouchar. A este atleta, corredor de medio fondo, se le solía ver siempre en compañía del terrorista argelino en Lavapiés y terminó convirtiéndose en el recadero de la célula. Fue él quien avisó desde la calle a los siete suicidas de que la policía había cercado la casa de Leganés. Se desconoce si tomó parte directa en los atentados. El último hombre de Lamari en el 11-M es su compatriota Daoud Ouhnane. Las huellas de este terrorista se encontraron en la furgoneta usada por los terroristas para trasladarse a Alcalá y la Policía Científica halló restos de su ADN en la casa de Chinchón, en la que también estuvo Lamari en los días previos a la masacre preparando los atentados. Según las investigaciones de la Unidad Central de Información Exterior, Ouhnane escapó de Madrid el mismo 11-M y se refugió en la localidad navarra de Corella. Los servicios antiterroristas creen que fue Lamari quien planeo la huida de Ouhnane tras los atentados y le proporcionó un escondite en una zona que el cabecilla del GIA conocía bien, pues residió en Tudela -a escasos kilómetros de Corella- tras abandonar la cárcel hace dos años. Los servicios de Información de la policía han logrado llegar a establecer a estas relaciones gracias a los seguimientos del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que desde finales del 2002 seguía el rastro de Lamari en el barrio madrileño de Lavapiés, donde se reclutaron la mayor parte de los activistas del 11-M. Los alardes de Lamari Según los datos aportados por los confidentes de Defensa, Lamari, que abandonó la cárcel en junio de 2002 tras cumplir sólo cinco de los 14 años a los que fue condenado por pertenecer a una 'célula durmiente' establecida en Levante, se instaló meses después en Lavapiés, tras pasar sus primeras semanas en libertad en Tudela (Navarra) donde conectó con varias militantes salafistas instaladas en la Comunidad Foral. Tanto los espías de Defensa como especialistas de la policía tenían constancia de que Lamari durante su estancia en prisión había prometido atentar en España. Los confidentes alertaron en noviembre del 2003 de que el argelino se pavoneaba entre sus amigos magrebíes de estar planeando un gran ataque con un coche bomba . Sin embargo, ni la policía ni el CNI llegaron a más, aunque ambos cuerpos mantuvieron las vigilancias. La alerta surgió el 6 de marzo, cinco días antes de los atentados: Lamari y cuatro de sus acólitos (quizás cinco) desaparecieron del barrio.

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