Los precios son ya de saldo y simbólicos en el mercado de palacios y castillos arruinados

Según la arquitecta de Cultura de la Junta en León, Amelia Viaín, el mercado inmobiliario de los edificios declarados de interés cultural o, incluso de los que, sin llegar a tanto, figuran como «singulares» en los catálogos municipales es muy limitado, hasta el punto de que apenas suelen superar la docena de operaciones al año. Al menos en las instancias oficiales no se tiene constancia de más. Esta baja cifra de compras y ventas obedece también a razones sencillas: adquirir un inmueble de estas características requiere, después, una importante inversión en restauraciones de todo tipo, aparte de compromisos para preservar fachadas, elementos estructurales de interior, etcétera, cuyo coste supera ampliamente el de cualquier edificio de nueva construcción, eso sin contar que cualquier reventa posterior plantea los mismos condicionamientos. El precio de este tipo de inmuebles depende tanto de su estado de conservación como del comprador o de los usos que luego se vaya a dar al mismo: locales de hostelería, museos o segundas residencias de capricho para particulares con gran capacidad económica son los más frecuentes, por este orden. En todo caso, el valor histórico y artístico de los monumentos suele superar con creces al del mercado. Si el primero es, a menudo, incalculable, el segundo se limita en ocasiones a cantidades simbólicas: el palacio del Conde Luna, por ejemplo, fue cedido hace poco al Ayuntamiento de León por un euro de alquiler al año para más de medio siglo, aunque restaurarlo costará centenares de millones de las desaparecidas pesetas. Y algo parecido sucedió poco antes del 2000 con el Palacio de los condes de Grajal de Campos, vendido también al Ayuntamiento de Grajal exactamente por seis pesetas: una por cada heredero que pugnaba por la propiedad de las ruinas, una vez que ya no quedaba nada después de pleitos que duraban más de dos décadas.