Diario de León
Publicado por
Macarena Vidal - washington
León

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George W. Bush llegó a la Casa Blanca hace cuatro años con la promesa de «unificar, no dividir», pero durante su gestión se ha polarizado Estados Unidos y el mundo debido a su decisión de ir a la guerra de Irak. Su presidencia no ha dejado a na-die indiferente: o se le ama como un líder decidido que conecta con la gente sencilla o se le odia como un vaquero ignorante que ha ordenado una guerra innecesaria. A lo largo de la campaña, el presidente de EE.?UU. se ha esforzado por mostrarse como un hombre que prefiere la acción a las pala-bras, que sigue lo que persigue hasta que lo consigue y que -pese a descender de una de las grandes dinastías políticas y económicas del país- conecta bien con el estadounidense medio. Sus detractores dan la vuelta a ese retrato para describirlo como una persona con dificultades para expresarse, testarudo, incapaz de reconocer un error y desinteresado por los temas importantes. Lo cierto es que su campaña ha conseguido recaudar más de 200 millones de dólares para tratar de asegurar su reelección, todo un ré-cord en la historia del país y una buena medida de la popularidad de la que disfruta. El mandato del presidente número 43 de EE.UU. pasará a la historia por los atentados del 11 de septiembre del 2001, en los que murieron casi 3.000 personas en Nueva York, Washington y Pensilvania. Desde entonces, la lucha contra el terrorismo ha sido el tema central de su mandato. En el 2003 decidió llevar la batalla un paso más allá e invadir Irak, porque ese país «almacenaba armas de destrucción masiva», que después no aparecieron. Pese a que esta decisión le valió graves críticas afirma que fue la adecuada. George W. Bush nació en 1946 en Connecticut, pero se crió en Tejas. Estudió en Yale y obtuvo un máster en Adminis-tración de Empresas por Harvard. Fue un alumno mediocre y su servicio militar obligatorio ha sido motivo de polémica. Al cumplir 40 años, el hijo de papá con demasiado gusto por el alcohol aceptó el ultimátum de su esposa «o la botella o yo», abandonó la bebida y se convirtió en un ferviente cristiano. Las reuniones de su gabinete comienzan siempre con una oración.

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