Opinión: A miles de kilómetros de distancia

TODAS LAS EXPECTATIVAS que había a este lado del planeta estaban invalidadas por una premisa: en Estados Unidos no existen las consideraciones morales sobre la guerra que atenazan la política europea. Ni se lo plantean. La guerra es un medio para mantener su supremacía militar y económica. Que en Irak no hubiera armas de destrucción masiva, que sus soldados practicasen aberrantes torturas a los prisioneros o que su Ejército haya sufrido más de mil bajas en combate son anécdotas para el americano medio. Los muertos iraquíes -más de 100.000 y la mayoría civiles, según un reciente informe independiente- ni se tienen en cuenta. Desde los atentados que derribaron las Torres Gemelas el 11-S, lo único que importa es que no vuelva a haber un atentado en suelo estadounidense; sí a la guerra, pero lo más lejos posible. En este sentido, el mensaje lanzado por Bin Laden en la recta final de la campaña electoral habría contribuido a inclinar a los indecisos del lado de Bush: el presidente se presentaba como el único capaz de garantizar la seguridad nacional, mientras el candidato Kerry se perdía en denunciar los errores cometidos en una guerra que tiene lugar a miles de kilómetros de distancia de suelo estadounidense. El político de Boston ha bajado muchos enteros con su tardanza en reconocer la derrota electoral. La rotunda victoria de Bush en votos populares y su ventaja en el recuento de Ohio eran suficientes para que llamara a la Casa Blanca sin consultar con la almohada. Lo que no quita para que siga el recuento de votos. Que no haya una estadística oficial de sufra-gios postales indica ya la poca rigurosidad del sistema electoral, en un estado donde los electores pudieron elegir un sistema de voto de cuatro formas distintas.