Diario de León

Cuatro familias demuestran que la integración de los niños inmigrantes en la enseñanza es posible sin reproducir conflictos

Vuelta al mundo en una clase

La escasez de medios presenta sombras en la formación de religiones, como establece la Logse

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Marco Romero - león
León

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«En mi clase son todos blancos, menos yo. Ellos pintan caballos morenitos, así, como mi cara, y yo los dibujo blancos...», se explica Joel, de cuatro años. Su hermano mayor, Abraham, tiene seis y juntos son el tándem con más movimiento del colegio Antonio Valbuena, en el barrio de Pinilla. La lluvia no impide que recorran el patio del centro de punta a punta mientras se les intenta hacer una foto. Es jueves y la salida de clase a las dos de la tarde es un auténtico crisol de culturas que recuerda la publicidad de una conocida firma comercial. Una madre marroquí tocada con un pañuelo (chador o hiÿad) se muestra prudente en una esquina. Hay predominio de españoles, pero la fisionomía de los rostros advierte otras muchas nacionalidades, sobre todo de Latinoamérica. Todo es corrección en los comentarios. Entre los niños no hay más que complicidad. Varios directores de centros de la capital coinciden al asegurar que los conflictos y prejuicios que se dan entre los mayores no se suelen reproducir en la escuela, aunque sí en la primera etapa de adaptación. Breve inadaptación «Al principio sí hubo un problema de integración por parte de los otros escolares, pero sólo con el niño. Tenía peleas y ese tipo de cosas, pero pasó pronto», recuerda Ivanka Vaydenova, madre de Nayden (ocho años) y Teodora (diez), matriculados en el colegio público San Juan de la Cruz. «La primera palabra que aprendí en español fue chupa-chups. Cuando llegué a clase el primer día mi profesora me dijo: 'Toma, un chupa-chups', así que después sólo decía todo el tiempo chupa-chups, chupa-chups», dice Nayden, estudiante de tercero de Primaria. En busca de la mejor vida Sus padres, Ivan e Ivanka, se asentaron en Barcelona hace cinco años. Llegaron solos a España en busca de trabajo -«teníamos una casa, muebles, pero no un empleo», se lamenta la madre- y dejaron a los dos niños en su país con su familia más cercana. Cuando se encontraron de nuevo con ellos, Nayden había cambiado de aspecto. Idolatra a un artista de moda en Bulgaria (Guille) y cambió su look rapándose el pelo y poniéndose un aro en la oreja derecha. Esa imagen no cuajó entre sus compañeros de clase y pudo ser el detonante de su inadaptación. Pero ahora ya todo está superado. Su hermana, Teodora, cursa quinto y sus notas son excelentes. No en vano, en dos meses hablaba un español casi perfecto. El de hoy ya es más que eficaz. En León estudian 1.530 niños y niñas extranjeros (256 en Infantil, 735 en Primaria y 539 en Secundaria) y su presencia ha logrado estabilizar las decadentes cifras de la enseñanza en la provincia, caracterizadas por una pérdida de alumnado atribuido a la baja natalidad. Su número ha crecido un 25,4% desde hace dos años, cuando había 1.220 niños inmigrantes en los colegios leoneses, según los datos facilitados por la Dirección Provincial de Educación. No obstante, este tipo de alumnado sólo representa el 2,3% del total -en términos de población sólo el 1,8% de los habitantes de León son extranjeros- y ya no muestra un proceso de rápido crecimiento como ocurre en otras provincias de Castilla y León. Se da la circunstancia de que la provincia a mediados de la década de los noventa residían casi la mitad de los inmigrantes extranjeros llegados a la comunidad (44%) y actualmente sólo lo hace un 19%. El atractivo ejercido por el trabajo en la minería, causante de esa primera oleada, ha sido sustituido por el de los servicios y la construcción en todos los núcleos urbanos y por el de la agricultura en el medio rural más dinámico. El Consejo Económico y Social (CES) de Castilla y León plantea que consecuencia de ello es el mayor protagonismo de Burgos, Segovia y Valladolid en la recepción actual de inmigrantes y, en consecuencia, en la integración de sus hijos en la enseñanza. La mitad requiere apoyo La Consejería de Educación es consciente de que el alumnado extranjero constituye un colectivo «en situación de riesgo», teniendo en cuenta su trayectoria educativa. De hecho, según sus datos, el 47% de los niños y niñas persenta necesidades de compensación educativa de algún tipo. Además, uno de cada diez se incorpora al sistema educativo sin conocimiento del castellano. Una encuesta realizada en los colegios de la comunidad revela que el 69% de los estudiantes extranjeros llega al centro con un nivel medio del idioma, el de un 21% es bajo y el 10% nulo. La Junta elaboró un Plan Marco de Atención Educativa a la Diversidad que tiene como objetivo paliar las principales cargas de estos chavales. Fruto de este documento se ha puesto en marcha en León de forma experimental el denominado Programa Aliso para la insercción socio-lingüística. En la capital se lleva a cabo en los institutos Padre Isla y García Bellido y en Ponferrada en los centros Gil y Carrasco, en el I.E.S. Fuentesnuevas y en el Centro de Adultos. En el García Bellido se imparten seis horas semanales a un solo alumno. Este instituto es un ejemplo de integración, si por integración se entiende la convivencia pacífica y estable entre 500 estudiantes, en su mayoría españoles, pero con un porcentaje que supera la media en extranjeros (colombianos, dominicanos, pakistanís, búlgaros y marroquís) y población gitana. Pedagogía, terapias y paciencia Este centro sobrevive sin ningún tipo de programa de garantía social y ha logrado superar la amenaza de convertirse en un gueto con paciencia, pedagogía y terapias para alumnos que no llegan al nivel de los demás. Dos profesores de apoyo y uno más para compensar el retraso curricular intentan paliar las carencias de ciertos alumnos y corregir determinados hábitos. Según el profesorado, no existen problemas en la escolarización. «Los padres vienen en busca de una vida mejor y lo primero que quieren es que sus hijos estudien», comenta una de las docentes. Por aquí corre la percepción de que el absentismo se centra en los chavales sudamericanos -«de repente les entra el hambre y se marchan a comer»-, aunque después cuentan con la ventaja de dominar el idioma. También destaca que los escolares procedentes de países del Este llegan con grandes habilidades para el aprendizaje, aunque la diferencia idiomática complica el seguimiento de las clases y, en ocasiones, la integración. Entre Jesucristo, Alá o Buda Como en la mayor parte de los centros -parece un mal endémico-, la clase de Religión ha dejado de ser un problema por obligación. «Tenemos musulmanes, evangelistas, pero nunca los suficientes para alcanzar el mínimo que exige Educación para enviar un profesor», desvela la directora, María Luisa Viñuales Abril. La solución es utilizar esas clases para apoyar los retrasos en matemáticas y lengua. A este respecto, los padres de Nayden y Teodora, de confesión ortodoxa, no han encontrado problema en que sus hijos acudan a clases de Religión católica «para que aprendan a entender mejor a sus compañeros». Cuando se nace mestiza Estéfani Fernández Zapata, de seis años, no tiene ese problema. Ya es española de nacimiento, aunque en su casa está muy arraigada la cultura de la madre, originaria de República Dominicana. Es católica y su mestizaje se advierte en las trenzas del pelo. «En mi clase son todos blancos. Hay una fila de ocho, otra de ocho, otra de ocho y tres en el hueco. Somos todos esos», dice con la misma ingenuidad infantil que la lleva a abrir el libro M de Marta para escudarse del periodista que la aborda en su cuarto de estudio . «El único problema que tengo en el colegio es que hay más de ocho libros», se queja. Para ella no existen ni razas ni etnias, sólo amigos, y eso que en su círculo abundan los niños colombianos y dominicanos. La historia de Rober Bautista Carrera, también dominicano, es una de esas que se cuentan con los dedos de una mano. Tiene seis hermanos, cinco de ellos todavía viven en su país con los abuelos. Su madre es, además, su padre. Trabaja cuanto haga falta -ahora cuida ancianos- para reagrupar cuanto antes a todos sus hijos y «darles una oportunidad». La mayor, de 18 años, ya está en León y también estudia. Rober estudia en el Claudio Sánchez Albornoz y, de momento, Religión es la única asignatura que aprobó el curso pasado. En este caso el retraso curricular es evidente y para cortar distancias con sus compañeros acude a clases de apoyo de Matemáticas y Lengua. La seducción de lo exótico «Me gusta España y el ambiente que tengo en el colegio y nunca he tenido problemas con los compañeros por ser negro ni nada de eso», confiesa. Lo que no dice y su madre le obliga a decir es lo que un día le comentó al llegar a casa en relación a su repentino éxito con las chicas: «Mami, yo no sabía que estaba tan bueno». «Lo primero que aprendí en español fue chupa-chups porque el día que llegué me lo dio mi profesora» NAYDEN IVANOVA VAYDENOVA Colegio San Juan de la Cruz «En mi clase son todos blancos, menos yo. Ellos pintan caballos morenitos, como mi cara, y yo blancos» JOEL, niño ecuatoriano Colegio Antonio Valbuena Ante su sorpresivo éxito con las chicas leonesas: «Mami, yo no sabía que estaba tan bueno» ROBER BAUTISTA CARRERA Colegio Claudio Sánchez Albornoz

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