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Parábola de la fiera hambrienta y acorralada

El ayuntamiento ha perdido dinamismo, cada cual ya busca su sitio y alguno intenta explicar el de todos «Quiero ser el concejal número catorce»

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A. Caballero - leónleón
León

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El chiste popular presenta al habitante del último pueblo de la montaña plantado frente al edificio del Ayuntamiento de León con cara de estar ante el Empire State Building de Nueva York. El paisano -que así es como se llaman en esta tierra, aunque no todos los sean- traduce tamaño por operatividad y pregunta: ¿Cuántos trabajan aquí? Y el escaldado pensionista que circula por Ordoño II se lo resume: Como mucho, mucho, la mitad. Pues ayer, parecían menos, a la vista del ritmo adormecido que parece haberse adueñado del consistorio, después de que la moción de censura ya haya iniciado el viaje hacia el día 3 de diciembre. No es que se trabaje más ni menos que anteriormente, sino que el edificio que hace esquina con Alfonso V se mueve a otro ritmo. El ritmo de otra música. Los primeros que han asumido que el compás ya no es de cuatro tiempos son los miembros de la UPL, que abrieron foco para zanjar que nadie les ha comido la merienda. Fijaron explicación a concejo abierto en su sede y sentaron las bases de lo que les tocará escenificar: «Vamos a realizar una oposición dignísima y contundente, que siempre ha sido el revulsivo del partido». Joaquín Otero dixit . Sus socios en el equipo de gobierno apenas se movieron por los pasillos del ayuntamiento. Sólo hubo una comsión informativa. Era de Tráfico, pero no se dio nada importante de paso. Al final del pasillo de la planta sexta había una maleta, de gran altura y poca anchura, que no parecía que fuese de gran auxilio para un traslado -por aquello de que los viajes serían numerosos, pero en cada uno la carga sería inversamente proporcional. «Son mis palos de golf», se carcajeó Ramón Carrera, concejal de Comercio y Consumo. Su camarada Susana Travesí le acompañó en el chiste, pese a que los últimos días no ha abundado en risas. Después de dos preguntas se resolvió que la maleta pertenecía al equipo de la televisión autonómica catalana, a cuyas tierras han llegado los ruidos del pacto, cuya presentadora se batía en duelo con el pie de la entradilla: «Escolta; dos edils transfugas o dos regidors no adscrits». María Teresa Campos salpicaba su programa televisivo con el tema de la moción, auxiliada por la berciana Consuelo Álvarez de Toledo: «Los tránsfugas son los otros, él fue quien fundó el partido». En el ayuntamiento se escuchaban en el transistor los boletines horarios de la Cadena Ser. Matías Llorente, diputado provincial por el PSOE, a quien no le gustan los sermones más que si sirven para atraer la gracia de San Isidro, lo había explicado todo en el Palacio de los Guzmanes en forma de parábola: «Lo que no puede ser es que a una fiera se la acorrale y no se la dé algo que comer».