Diario de León

Párroco de Palacios de la Valduerna

«En tres años he casado a sólo tres parejas de entre 340 habitantes»

«El 80% de mis feligreses tienen más de 75 años y eso que vivimos a menos de tres kilómetros de La Bañeza, así que lo normal es que tenga muchos entierros» 2 líneas

El cura Aureliano Sancha en su parroquia de Palacios de la Valduerna, una de las tres que atiende

El cura Aureliano Sancha en su parroquia de Palacios de la Valduerna, una de las tres que atiende

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A. Núñez - león
León

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Aureliano Sancha Pernía, de la diócesis de Astorga y párroco de Palacios de la Valduerna, es, junto con otro colega de la de León, el párroco de Vegaquemada, el que ostenta el dudoso record y honor de tener en su pueblo más entierros que bautizos en una proporción de «cero a 18», según rezán en los últimos padrones de la Diputación. En tres años ha tenido tres bodas, pero no se desanima, aunque, incluso, piense que las cosas pueden ir a peor. Para ir tirando trabaja en una gestoría de La Bañeza, donde no sabe si tiene más clientes que feligreses en el pueblo, «porque es distinto». El día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, le tocaba descansar en el trabajo, pero tenía misas, ninguna boda ni bautizo, pero sí un entierro. -Ningún bautizo y 18 entierros en un año llaman, como poco, la atención. ¿Se acostumbra uno? -Aquí hay una residencia de ancianos, pero no creo que eso influya mucho, tanto en el 2002, de cuando vienen estas estadísticas, como ahora. ¿Cómo se explica? Pues, mire usted, tenemos una población supervieja y eso no lo digo yo, sino que me lo hacía constar el otro día un vecino, que, en una noche de insomnio, hizo un recuento de los que quedaban en el pueblo y sacó que le salían que el 80% de los habitantes tenía ya más de 75 años. Palacios de la Valduerna tenía mucha más población antes que ahora, cuando casi todos han emigrado a Madrid, Cataluña o el País Vasco, aunque estando justo al lado de La Bañeza, tenía por qué haberse mantenido. ¿Si se acostumbre uno a oficiar más entierros que bautizos? Pues no, aunque sólo sea porque lo primero es una cosa luctuosa y lo segundo significa vida. Yo, por lo menos, preferiría más nacimientos porque la muerte siempre es dolor e, incluso en lo personal, afecta mucho. Aunque es lo que es lo que hay. Cada vez que me llaman para asistir a una persona que fallece o agoniza lo paso muy mal porque ellos son los que dan un verdadero testimonio de lo que somos para tí y no tú para ellos, aunque seas cura. Ante la realidad de la muerte las palabras se quedan cortas. -¿La desproporción entre bautizos y funerales tiende a incrementarse en su parroquia? -Yo llevo aquí poco más de tres años. En éste, por ejemplo, llevo otros doce entierros y tres bautizos, pero estos últimos siempre con gente de fuera o, por lo menos, que retorna para que sus hijos sean inscritos en la misma parroquia de la que habían emigrado antes los padres. Es gente que está fuera y quiere tener la deferencia de traer a sus hijos al pueblo, aunque luego vuelvan a marchar. Es, un poco, el sentimiento de arraigo de la gente que quiere seguir teniendo algún vínculo con su lugar de origen. -¿A cuántas parejas casa al año que luego continúen en el pueblo? -Me parece que ha habido tres matrimonios en todo este tiempo, o sea uno al año, aparte de algún otro papel que he arreglaro para que se casaran fuera, ya en León capital o fuera de la provincia. Esto desde el 2001. ¿Si no es mucho? Pues claro, tenga usted en cuenta que Palacios tiene una población de 340 habitantes. -¿Cuando comenta estos datos con otros colegas párrocos le dicen que a ellos les pasa igual? Ellos, incluso, serán también más viejos que usted... -Efectivamente y no es lo mismo un cura de antes que otro de ahora. Yo, por ejemplo, sólo he tenido dos primeras comuniones hace dos años y espero tener otras dos el que viene, lo que arroja una media de apenas una por año, mientras que antes había que multiplicar por muchos niños. Es una cuestión de pirámide de edades y cada vez nos encontramos con una estadística más pobre. Lo descomunal es la mortalidad, que cada vez crece más y erosiona la base de los pueblos. ¿Si hay gente que todavía retorna? Hombre, sí; el arraigo todavía está vivo, pero sólo se ve en vacaciones o cuando se jubilan y quieren recuperar su antigua casa si se han ganado una pensión saneada. Esas son las pocas casas que se mantienen o se compran y venden otra vez, porque los chavales prefieren seguir emigrando. -¿Dentro de, por ejemplo, diez años será igual o peor? -Si no hay un cambio muy drástico irá a peor, pero tendría que ser de lo más drástico para que vuelva a comprar casas en los pueblos la gente jóven. Los que llegan vienen jubilados, aunque sean de la zona, o adquieren una vivienda como segunda residencia para vacaciones y fines de semana. La gente joven es muy reacia a quedar o reinstalarse en el pueblo y eso por varias razones, que son comunes a cualquier comarca: escolarización para los niños, modelos de vida en la ciudad que vende la televisión, comodidades y, por último, la gente mayor que se va buscando asistencia sanitaria.

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