Diario de León

Paramés nobrado nuevo obispo de la diócesis de Corumbá

«Aquí los obispos no tenemos palacios, vivimos con miedo a pasar hambre»

El 30 de enero, León tendrá un nuevo obispo en la diáspora. La Santa Sede ha elegido esta vez a un salesiano dedicado a los pobres para dirigir una conflictiva comunidad brasileña <

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Marco Romero - león / acebes del páramo
León

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«Hace mucho frío ahí?», pregunta al saludar al otro lado del teléfono. «Aquí tenemos 38 grados todo el tiempo, qué le parece», alardea. Quien el próximo día 30 de enero se convertirá en Monseñor Martínez (Acebes del Páramo, 1943) es un hombre corriente que lleva desde los 22 años en Brasil, trabajando como educador con los niños de la calle. Este salesiano de verbo fácil no encuentra ni una sola razón que justifique su nombramiento. Quizá esa humildad haya sido el camino. El elemento central del escudo episcopal que le concede la Santa Sede será una referencia al Camino de Santiago, un homenaje a su pueblo, a la comunidad salesiana y a sí mismo. -¿Quién y de qué manera le comunicó su nombramiento como nuevo obispo de la diócesis brasileña de Corumbá? -Fue el arzobispo de Cuiabá con una carta que mandó el nuncio de la Santa Sede en Brasilia. Eso fue el 26 de noviembre. -¿Y cómo vivió ese momento un hombre que lleva casi 40 años trabajando entre desfavorecidos? ¿Lo ve como un premio? -Son momentos de perplejidad porque se me presenta delante un panorama al que no estaba acostumbrado, porque he trabajado siempre en escuelas y también ayudando a las parroquias, pero nunca había ejercido un trabajo tan directamente pastoral. Es un poco desafiante y hasta asusta un poco. Asusta un poco, sí. -Dígame cuál es el perfil de su diócesis. -Es una diócesis con 10.000 habitantes, más o menos, que viven en 92.000 kilómetros cuadrados. Se divide prácticamente en dos poblaciones y lo demás está desparramado por el pantanal de Matto Grosso. ¿Ha oído hablar alguna vez del pantanal? -Hay muy poca información disponible sobre Corumbá. -No hay mucho, no. El pantanal es una población bastante pobre hecha de pescadores y con dos destacamentos militares, la Marina y el Ejército, porque es frontera de Brasil con Bolivia. Estos dos destacamentos controlan prácticamente toda la franja fluvial del río Paraguay. Son poblaciones bastante heterogéneas. Por lo demás, hay funcionarios públicos y ahora se proyectan instalaciones siderúrgicas y petroquímicas, lo que traería una perspectiva mejor para el empleo y para una vida un poco más digna. Pero estamos hablando sólo de promesas. -Llama la atención que el Papa haya nombrado obispo a un salesiano. ¿Se da mucho esta situación en América Latina? -En Brasil hay muchos salesianos obispos, unos 18 o 20, y en el mundo hay más de 120. -El hecho de que la evangelización en Brasil haya sido más lenta que en la América española, ¿le ha supuesto una dificultad añadida en su labor? -No, no. Ha ce mucho tiempo que estoy aquí, mi vida ha transcurrido prácticamente entera en Brasil. Vine para acá con 22 años y hoy, con 61, puedo decir que toda mi carrera civil ha pasado aquí, en Matto Grosso específicamente. Ahora sería mucho más difícil para mí trabajar en España que en Brasil, conozco mucho mejor esto. -¿Cuáles son sus principales preocupaciones como obispo de Corumbá? -Ahora tengo que conocer toda la diócesis, reunirme y hablar con los sacerdotes. Mi mirada está puesta en la pobreza tan grande que hay entre la gente, en la explotación que sufren por parte de los turistas, incluida la explotación sexual que desgraciadamente también llevan a cabo los españoles, y en que esto es un centro de tráfico de droga inmigrante que se introduce vía fluvial, aérea y terrestre desde Bolivia. Es uno de los puntos más conflictivos. En lo referente a la educación no es tan problemático porque hay dos colegios de salesianos y además hay otros dos centros de religiosos, uno de salesianas y otro de franciscanos. Por eso la parte de la educación está bien atendida. En el clero tampoco hay problemas porque existen dos congregaciones, entonces digamos que uno se encuentra casi como en casa: salesianos para salesianos. -Sus palabras contrastan mucho con las preocupaciones de los obispos españoles, centradas en asuntos relativamente más banales. ¿Lo ve también así? -Cada uno tiene sus problemas. Ahí existen muchos problemas políticos, de relaciones con la sociedad... Aquí nuestro mayor problema es enfrentarnos a la pobreza, incluso a la pobreza del obispo. No existen esos palacios episcolpales ni nada de eso, vivimos en una casa común y algunas veces con miedo del obispo a pasar hambre, así, con todas las palabras. -No parece una vida fácil. ¿Cómo se ve desde un territorio tan pobre el fenómeno de la inmigración? -En aquella región no emigran para Europa, sino a otras regiones del Brasil, principalmente para Campo Grande, que es la capital de Matto Grosso do Sul, a 430 kilómetros de aquí. Hoy día creo que hay más gente de Corumbá fuera que en la propia ciudad. Por eso digo, que como no se consiga implantar industria... Se intentó mucho el turismo, pero ha sido un turismo muy mal organizado y no ha traído los buenos frutos que se esperaban, han llegado casi sólo los malos. -Ya que menciona la explotación sexual, supongo que casi siempre de la mujer, ¿la Iglesia allí toma contacto con la realidad de alguna manera? ¿Hacen algún tipo de campaña en la calle para evitar esto? -Hay precisamente un colegio llamado Ciudad Don Bosco, que lo llevan los salesianos y que son los que trabajan específicamente en ese campo y, principalmente, con los niños de la calle. Por eso repito que trabajamos en casa, salesianos con salesianos, y eso facilita las cosas. -Hablemos de otro gran problema social, que es el sida. Hay quien responsabiliza a la Iglesia de favorecer el avance de la enfermedad con su omnipresente campaña contra el uso del preservativo. -Naturalmente, la Iglesia habla siempre de ideales. Lo ideal es la abstinencia. Después, dentro de una realidad social como se emplea, puede ser que los preservativos sean el mal menor. Pero lo ideal es la abstinencia y el respeto a la fidelidad conyugal, que va a resolver el problema. -Antes hablaba de los niños de la calle. ¿Son muchos? -Sí. Para ellos hay dos centros, uno más popular y otro totalmente gratuito, además de campañas y de acciones en las que España participa con padrinos y madrinas para atender a estos niños. Ahora, con las actuales elecciones, que fueron hace muy poco, el nuevo alcalde de allá y el secretario de acción social empezarán a gobernar en enero. Resulta que el secretario es un profesor muy amigo nuestro y ciertamente podremos trabajar juntos en ese aspecto. -¿Qué opina de Lula da Silva: ángel o demonio? -Ni una cosa ni la otra. Hay algunas cosas de ángel, que las tiene, y muchas, y en otras está perdido. Les falta experiencia y son tan corruptos ellos como los demás. Los programas sociales que han lanzado, ellos mismos se han metido dentro de la corrupción para sacar ventaja, y eso les ha pillado muy mal. Además, los partidos de coalición que tenían con ellos les están fallando porque con las perspectivas de las elecciones del 2006 nadie quiere estar en un barco que hace aguas. Ya digo, ni ángel ni demonio. -En Brasil se está revisando actualmente la Ley del Aborto, ampliando los supuestos como ha hecho España. ¿Cuál es su visión? -El planteamiento de la Iglesia es el mismo en Brasil, que en España o en Italia. Es siempre el respeto a la vida. La vida es el único valor absoluto y hay que defenderlo, no hay nada que justifique lo contrario. Es el presupuesto de la Iglesia, es el presupuesto evangélico y la idea que defienden los obispos de España y de Brasil contra esta campaña para liberalizar el aborto. -Decía la Madre Teresa de Calcuta que la mejor forma de predicar era el silencio. ¿Lo cree así? -En ciertas circunstancias sí, pero en otras hay que levantar la voz también, ¿no? No nos podemos quedar siempre en silencio. Como cuando una periodista le preguntó: «¿María Teresa, qué tiene que cambiar en el mundo para que todo mejore?». Ella le contestó: «Usted y yo tenemos que cambiar». Así, tan claro. El silencio es, sin duda, el primer testimonio, pero Jesús también gritó cuando Herodes hacía de las suyas. Por eso lo metió en la cárcel y lo mató. En cada momento hay actitudes que son las más convenientes. -¿Qué ha visto el Vaticano en usted para ponerle a cargo de esta diócesis tan conflictiva? -Ni me lo imagino, porque nunca he trabajado directamente en la pastoral. -¿Conoce a alguno de los otros obispos leoneses que están en la diáspora, como Bolivia o Nueva Jersey? -No, no les he conocido en mi vida. Estamos en mundos distintos, muy distintos. ¿Nicolás Castellanos es de la zona del Páramo también, no? Es que el Páramo es cosa seria (risas). -¿Cómo recuerda el Páramo y León? -Recuerdo a mi familia, la religiosidad que había en el pueblo por aquellos años, en los 50 o 60, y lo bueno que es León para pasear; en verano, claro. Después me trae muchos y muy buenos recuerdos el Camino de Santiago, ¿sabe que pasa por delante de mi casa?

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