El tanatorio de Serfunle batió en el 2004 el récord con once repatriaciones de cadáveres, sólo en la capital y su alfoz
La inmigración multiplica el número de fallecimientos de extranjeros en León
Sudamericanos, rumanos y marroquíes acaparan hasta ahora las estadísticas
Los servicios funerarios municipales de León (Serfunle) han registrado por primera vez durante el 2004 un número de enterramientos o traslados de cadáveres de ciudadanos extranjeros en el que por primera vez los jóvenes inmigrantes fallecidos superan a los turistas, estos últimos generalmente de edad avanzada o muertos en accidentes de tráfico. De momento las cifras no son llamativas, pero los operarios de Serfunle empiezan a acostumbrarse a los trámites burocráticos que acompañan a este tipo de sucesos: de los aproximadamente 1800 casos atendidos durante el padado año, ocho fueron ya de inmigrantes y tres de diferentes nacionalidades de la UE. Según el gerente de Serfunle, Carlos Díez, no puede establecerse una proporción entre índices de mortalidad de extranjeros residentes o de paso por León «porque es evidente que los inmigrantes suelen ser jóvenes y los turistas europeos gente de mediana o elevada edad, pero en todo caso refleja un hecho que tenderá a ir a más en el futuro dentro de una sociedad cada vez más abierta, incluída la leonesa». Vuelta con papeles Según Díez, durante el último año Serfunle ha tenido que tramitar la repatriación de un total de once cadáveres desde León, de los cuales ocho eran inmigrantes y el resto tusitas de visita. Entre los primeros figuraban dos colombianos, dos rumanos, un peruano y un ecuatoriano, además de dos marroquíes. Los primeros no presentaban ningún problema de cultura en cuanto a su amortajamiento y los segundos fueron trasladados conforme a las costumbres y usos del Islam. El traslado de los sudamericanos y eslavos a sus países de origen no plantea más problemas que una humilde derrama entre sus familias al otro lado del Atlántico o de Europa y con los segundos viene a pasar lo mismo, sin más diferencia que la de la religión, de modo que todos acaban unidos y perfectamente integrados en la cultura del país donde vinieron a mejorar su nivel de vida: el precio medio de un entierro o del traslado de un cadáver es de aproximadamente 2.000 euros, dependiendo de si se incinere o no, todo lo cual supone unas 300.000 de las desaparecidas pesetas. Durante el año pasado fallecieron también tres extranjeros de la UE, aunque obviamente en mejor posición económica que los inmigrantes y sus restos fueron repatriados sin problemas a sus lugares de origen: un norteamericano, un inglés y un alemán. Según Carlos Díez, esta es una cifra normal deste hace años dentro del escaso turismo de paso que recibe la provincia, con fallecimientos esporádicos que ocurren en hoteles, cuando se trata de excursiones de la tercera edad, o en accidentes de tráfico. El último verano, sin embargo, se ha producido un incremento de siniestros a lo largo a ancho de toda la provincia de los que resultaron víctimas centroeuropeos que hacían el Camino de Santiago, tanto a pie como en automóvil, aunque todo lo que no sea León capital escapa de las estadísticas de Serfunle. Los responsables de los servicios funerarios leoneses dicen esperar un incremento cada vez mayor de traslados de cadáveres fuera de las fronteras de la provincia, donde residen actualmente mas de once mil inmigrantes legales y otros tantos sin papeles. «La gente ha comenzado a llegar hace pocos años y son todos personas jóvenes que con el tiempo se asentarán aquí o volverán con la jubilación a sus países de origen, pero ya está habiendo traslados y enterramientos que, en cierto modo, chocan con las costumbres locales, eso sí, sin causar ningún tipo de problemas». En los índices de mortalidad de la provincia las estadísticas siguen siendo, a pesar de este incremento, rotundas: de los 1.800 fallecimientos del último año apenas un 0,5% corresponden a residentes extranjeros, mientras que el resto es de una población local altamente envejecida. «Las familias pagan lo imposible por repatriar a sus muertos, aunque aquí se respeten sus usos» CARLOS DÍEZ, gerente de Serfunle