Diario de León

El cementerio de la ciudad abre nuevos espacios para entierros de otras culturas

Tumba de un niño con flores en el único recinto musulmán del cementerio de Puente Castro

Tumba de un niño con flores en el único recinto musulmán del cementerio de Puente Castro

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A. Núñez - león
León

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La convivencia entre los muertos de diferentes culturas parece ser menos problemática que entre los vivos a juzgar por lo bien que se llevan todos en el cementerio municipal de León, donde desde la transición democrática han desaparecido las tapias y vallas que separaban a católicos de protestantes, judios de musulmanes y a todos de los ateos. Según el gerente de Serfunle, Carlos Díez, ya no hay ningun recinto diferenciado para cada confesión religiosa y cada cual puede mezclarse con los otros como quiera, lo mismo que en vida. Lo normal, sin embargo, es que cada colectivo se agrupe por zonas y, así, en el cementerio leonés de Puente Castro sigue habiendo un pequeño terreno destinado a los musulmanes, donde aparece la lápida de un único inquilino enterrado según todos los ritos islámicos y, por supuesto, de cara a la Meca, hace más de veinte años. Nadie más ha solicitado recibir sepultura allí, aunque la inmigración magrebí y pakistaní ha atraído a miles de compatriotas en busca de trabajo durante las últimas décadas. «Se supone que, aunque sea de muertos, todos quieren volver a su pueblo y en esto las familias no ahorran esfuerzos: si alguna no puede costear el traslado, siempre aparece algún imán que hace una colecta entre los compatriotas y el dinero termina apareciendo, y en León, por ejemplo, nos han llegado donativos desde mezquitas de Zaragoza». Todos iguales En la hora última todas las culturas y razas se reunen en una única tierra, sin más diferencias que las del poder adquisitivo. Quien no puede costearse el viaje final acaba integrándose definitivamente en el cementerio de la sociedad que le dio trabajo, como es el caso de no pocos sudamericanos, subsajarianos de cultura mahometana, cristianos ortodoxos de Rumanía o Armenia, judíos o chinos. Respecto a estos últimos, no hay constancia de fallecimietnos o tralados de cadáveres a otros lugares más que «en cuatro o cinco casos durante los últimos veinte años», de lo que sólo cabe deducir que la mayor parte de ellos acabaron nacionalizándose como españoles y enterrados como un español más «sin diferenciarse de ninguno de nosotros». «Aunque», añade Carlos Díez, «yo sí he visto en sitios como La Habana cementerios chinos muy hermosos, por cierto, o cementerios judíos en Madrid y Barcelona, donde es posible que les reclamen las familias sin que aquí tengamos constancia porque el muerto ya estaba nacionalidado como español». Los protestantes, los del cementario civil y los gitanos, antaño discriminados hasta en la muerte, tampoco tienen problemas: las tapias importan poco bajo tierra y arriba hasta el recinto gitanil suele ser el mas alegre, floreado y con más fotos de difuntos de toda la explanada: a su vez, de entre ellos unos son católicos y otros no, pero no plantean problemas.

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