El Gobierno paga en Moscú la deuda con «los niños de la guerra»
Pensaban que nunca llegaría este día. Por eso, los dos centenares de «niños de la guerra» que acudieron este lunes al Centro Español de Moscú, ubicado en el segundo piso de un vetusto edificio que el Partido Comunista de España tiene en un céntrica calle moscovita, acogieron con inusitada satisfacción la iniciativa que el Gobierno aprobó el pasado viernes. Todos conocían con antelación la nueva buena, pero esperaban escuchar en boca de un miembro del Ejecutivo la concesión de las prestaciones económicas y sanitarias que harán más llevadero su arduo día a día en una Rusia decrépita. Se llaman Isidro, Jesús, Sotero o Faustina, rozan en su mayoría los 80 años y, aunque su documento de identidad diga que son nacidos en Oviedo, Madrid, Valencia o Galdames (Vizcaya), son como los cientos de miles de jubilados rusos que, tras una vida llena de infortunios, perviven con una paga mísera. En muchos casos, con apenas unos 180 euros al mes durante los última década, la mitad procedente de la Hacienda española. Hoy en Rusia hay 237 «niños de la guerra», denominación que algunos aborrecen. Vestidos con sus mejores galas -era la ocasión para que familiares y amigos les viesen desde el otro lado del continente-, escucharon con ansiedad las palabras del ministro Jesús Caldera, que estuvo acompañado por una amplia representación de los grupos parlamentarios. Sólo faltaron Coalición Canaria y Esquerra Republicana de Catalunya, que disculparon su ausencia. «El frío de la Plaza Roja de Moscú contrasta con el calor de la Casa de España», arrancó el ministro de Trabajo. «Todos los grupos políticos han decidido reparar esa brecha moral equiparando vuestros derechos sociales a los de cualquier otro jubilado quizá llegue un poco tarde, pero lo recibimos con gran satisfacción para remediar la pérdida de vuestra infancia, cuando tuvisteis que tomar decisiones de mayores siendo niños y ver truncadas vuestras perspectivas personales y profesionales», continuó. Otro de los anuncios que esperaban con impaciencia los septuagenarios era las prometidas obras del ascensor que se espera para abril o mayo.