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| Relato de un exilio | Un niño de dos guerras |

Una vida esculpida en piedra

Vicente Moreira, berciano de Langre, pudo volver a España en el año 59 y convertirse en un reconocido escultor, después del exilio y vivir la Guerra Mundial en la antigua URSS

Imagen actual de Vicente Moreira, en su estudio de Madrid, junto a algunas de sus obras

Publicado por
B. Fernández - madrid
León

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«En Kirov pasé tanta hambre que aprendí a falsificar cartillas para conseguir más comida» VICENTE MOREIRA, niño leonés de la guerra retornado Si la deuda histórica con los niños de la guerra se intenta medir en dinero, probablemente España no podría compensar tanta infancia perdida. En el caso del leonés Vicente Moreira, aún faltaría aliviar el dolor por una madre fusilada a manos falangistas el 27 de agosto de 1936, noche en la que comenzó su huida de la guerra con sólo 11 años. Sin embargo, no se encuentra entre los exiliados a los que el Gobierno de Rodríguez Zapatero aumentará la pensión próximamente. Para escapar de la represión, Moreira estuvo caminando con sus dos hermanos desde Langre hasta Asturias, donde esperaban reunirse con su padre, que luchaba en el frente republicano. Desde allí, casi un año después, Vicente salió junto a uno de sus hermanos rumbo a San Petersburgo -entonces Leningrado- un 24 de septiembre de 1937, a bordo de un barco soviético. Quizá no era consciente en aquellos momentos de que el billete de vuelta no le devolvería a su país hasta 1956. «Mis hermanos y yo habíamos visto algunas películas, como Los marineros del Báltico o Los marineros de Kronstadt , y sentíamos curiosidad. En mitad de la película alguien solía gritar ¡Viva Lenin, viva la URSS! , y todos gritábamos también. Aunque no sabíamos lo que significaba, nos habían dicho que era el único país que estaba apoyando a la República», recuerda Moreira. Se calcula que cerca de mil niños fueron evacuados aquellas noches en diversos barcos, ante el riesgo de bombardeos sobre Asturias. Entre los años 1937 y 1938, más de 33.000 hijos de republicanos huyeron hacia países contrarios a los golpistas. De aquellos niños, 3.000 llegaron a la URSS, donde a muchos les tocó vivir la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las dificultades de adaptación en los primeros momentos, Moreira defiende el afecto que siempre les mostró el pueblo ruso. Otra guerra en la URSS Pasados dos años y con la Segunda Guerra Mundial a las puertas, aquel grupo de refugiados españoles fue trasladado a las ciudades de Pushkin primero y Kirov después, retirándose hacia los Urales. «En la casa infantil de Kirov, los mayores queríamos ir a trabajar a la fábrica. Durante la guerra, los alemanes avanzaban hacia Moscú, así que era necesario construir armas, y eso hacíamos. Estuve en una escuela de oficios, donde aprendí el de tornero -explica- aunque inmediatamente nos incorporaron a la fábrica de tanques». Los trabajadores eran considerados como soldados en el frente, porque contribuían a la fabricación de armas: si abandonaban el trabajo sería una deserción, con penas de hasta diez años de cárcel. Pero el hambre y los robos en los barracones donde dormían animaban a salir de allí. «En Kirov pasábamos tanta hambre que aprendí a falsificar cartillas para conseguir más comida. Si me hubieran pillado, me habrían encarcelado también». Por suerte, un antiguo educador de los niños de la guerra , Víctor Ivanovich, les sacó de aquel lugar sin condena por deserción y consiguió que salieran adelante, de forma que Vicente pudo estudiar en una Escuela de Artes y Oficios y después Bellas Artes, donde comenzó su carrera como escultor, hoy consagrada en España. Para él no era difícil aprender a tallar la piedra, con la dureza de toda una vida a sus espaldas.

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