Y León no se quedó solo

Abierto en España el melón de las autonomías con la aprobación de los dos primeros estatutos -el 22 de diciembre de 1979 se suscriben los del País Vasco y Cataluña-, en León arranca una época muy controvertida en relación a la independencia administrativa de la región y su anexión o no a Castilla. En esa época, el 50,7% de los municipios de la provincia querían un León solo y así se reflejó en una masiva contestación social que reivindicó un referéndum para conocer la opinión ciudadana a este respecto. Rodolfo Martín Villa, intocable hasta entonces, tuvo que dimitir como diputado de UCD ante la crisis que generó la respuesta de los leoneses, claramente favorables a crear una autonomía propia. Pero nunca hubo consulta, como ocurrió, por ejemplo, con el estatuto de Galicia. Se atribuye a una maniobra del Gobierno el hecho de que la opinión de los 158 ayuntamientos de UCD se trasvasara meses después hacia la opción de León con Castilla. Ese pronunciamiento representaba el 83,75% del censo de habitantes y el 73,83% de la totalidad de los ayuntamientos, con lo que se revalidaba el estatuto. El documento llegó al Senado y se propuso el veto por parte del grupo popular referente a la no integración en Castilla. Finalmente hubo 106 votos en contra (socialistas y nacionalistas vascos), 40 a favor (AP) y nueve abstenciones (nacionalistas catalanes). Así surgió el estatuto de autonomía con menos artículos y competencias, el que más provincias abarca, el que configura la comunidad más extensa y el único que integró una provincia con una clara división en sus entes locales. Se da la circunstancia de que la disciplina del partido en aquel momento provocó que el ex presidente del Gobierno José María Aznar votara contra el Estatuto de Autonomía de Castilla y León promovido por el PSOE. Cuatro años después, Aznar sería presidente de una comunidad por la que no apostaba.