Lección de euroeuforia, pero también de apatía
«Hoy los españoles hemos hecho historia de Europa porque nuestro voto también es un mensaje dirigido al resto de nuestros conciudadanos europeos». JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO La lección se ha quedado a medias. Al ser el primer país que celebra un referéndum sobre la nueva Constitución, España cumplió ayer el objetivo marcado por el Gobierno para inyectar una dosis de euforia europeísta en las venas del viejo continente, si bien los datos de participación no empachan al norte de los Pirineos, pues son de los más bajos registrados en una convocatoria de este tipo en toda la historia de la UE. De los cuarenta plebisci-tos celebrados en la UE para ratificar sus tratados, el 20-F español se convertirá en un referente en abstención, solo superado por el referéndum que tuvo lugar en el 2001 en Irlanda, cuando el 35% de los electores se bastaron para rechazar el Tratado de Niza. Francia, que será el segundo socio europeo en acudir a las urnas para ratificar la Constitución, haría mal en tomar nota de una participación española que ronda el 43,5%, cuando la media comunitaria es del 67% o incluso la de su último referéndum, el de Maastricht (1992), se situó en el 69,7%. Efecto contagio La frialdad de la ciudadanía española hacia la consulta constitucional fue destacada ayer por varios medios de comunicación europeos, entre ellos el influyente diario británico Financial Times , que señalaba en el titular de su edición electrónica que «el voto apático empaña el sí». Queda por ver si el entusiasmo europeísta del 20-F tiene un efecto contagio en otros países, pues los expertos están divididos. El contagio sería «más psicológico que real», en opinión del analista Sebastian Kurpas del Centro Europeo de Estudios Políticos. El verdadero peligro para el proyecto comunitario sería que se contagiase la abstención como la viruela, un riesgo muy latente ya que a la gran mayoría de europeos todavía no le ha quedado claro qué avances introduce realmente la Constitución sobre el Tratado de Niza, unos avances que, en realidad, son demasiado técnicos como para movilizar al electorado. Es un hecho que se refleja en los sondeos del Eurobarómetro: uno de cada tres europeos ni siquiera oyó hablar sobre la Constitución europea.