Diario de León

El mar se tragó en pocos minutos un pesquero moderno que entró en servicio hace cinco años

Un golpe de mar en la popa del barco pudo ser la causa del siniestro

Un pesquero moderno, con el casco de acero, y un patrón en extremo cuidadoso

Familiares de los desaparecidos en el naufragio

Familiares de los desaparecidos en el naufragio

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León

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Demasiadas incógnitas planean sobre el hundimiento del Siempre Casina. Ayer nadie en Burela se atrevía a afirmar con seguridad qué fue lo que ocurrió para dar al traste con un barco joven y aparentemente seguro, con un patrón experimentado y que navegaba en unas condiciones meteorológicas no excesivamente duras. De hecho, no había aviso de temporal. La principal hipótesis del naufragio es que el volantero recibió un golpe de mar en la popa que inundó de agua varios compartimentos. Esta tesis explicaría por qué el buque se encuentra hundido en vertical, es decir, con la proa casi en la superficie. Inundada la puerta Otra de las posibilidades que se barajan es que el golpe de mar inundase la puerta de largado, situada también en la zona de popa y de la que salen las volantas con las que habitualmente faenan estas embarcaciones. Los aparejos se encontraban ayer en el agua en el entorno del Siempre Casina y, de hecho, su presencia dificultó que los buzos de la Armada trasladados al punto del hundimiento realizasen los trabajos para estabilizar la nave en la superficie. La tercera hipótesis que ayer se comentaba en el puerto es la de que el barco sufriese una vía de agua. Por otro lado, el patrón del Barreiros, el pesquero que recogió al único superviviente, confirmó que el Siempre Casina había sufrido un problema en el sistema eléctrico la tarde anterior. Fuentes consultadas consideraron poco probable que esta contingencia provocase el hundimiento, toda vez que, de haber generado una situación de crisis, el patrón habría lanzado un may day , algo que no ocurrió. El mar se tragó ayer en cuestión de minutos un barco moderno, que entró en servicio hace apenas cinco años, en octubre de 1999. Los 20 metros de eslora del Siempre Casina eran el orgullo de Gerardo Taboada Pardo, el veterano y experimentado patrón del barco. El casco de acero de este volantero que operaba habitualmente en el caladero Cantábrico Noroeste habría sido un seguro de vida ante otras contingencias. En realidad, el mar se cobró una embarca-ción ejemplar, «que más que un pesquero, parecía un yate», en palabras de un empresario pesquero de la zona. Y es que Gerardo Taboada había dedicado su vida, y buena parte de su dinero, a cuidar de su barco. Su propietario era conocido entre sus colegas por no haber escatimado recursos para materias como la seguridad a bordo. También lo era por una trayectoria vital dedicada al mar, por su profundo conocimiento de un oficio.

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