Diario de León

«Pensé: ¡ay, mi familia, qué joven la dejo!»

El agricultor de San Martín del Camino accidentado el 2 de febrero aún sufre graves secuelas físicas y síquicas por la descarga. «¡Si no me mató!, me dije cuando abrí los ojos»

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M. Romero - león
León

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Manolo, como le conocen todos en San Martín del Camino, es uno de los tres agricultores del Páramo y el Órbigo que ha sobrevivido a una intensa descarga eléctrica derivada de la misma línea de alta tensión. Su salvación fueron unas buenas botas de trabajo con puntera metálica que le habían regalado. Por alguna razón, pudo liberar los 32.000 voltios que le atravesaron el cuerpo cuando estaba trabajando en una de sus tierras. Se encontraba en las inmediaciones del tendido que se extiende desde Hospital de Órbigo hasta la capital leonesa. Fue el día 2 de febrero, un día sin lluvia ni ninguna otra condición que hiciera sospechar del peligro. «El conocimiento no lo perdí en ningun momento. Miré el reloj y eran las doce y veinte», recuerda Manolo en su cama del Hospital, donde está siendo sometido a curas y operaciones para sanar las quemaduras de tercer grado que aún padece en las manos y las piernas. «Iba a coger unos tubos de aluminio y sentí una descarga antes de que pudiera tocar nada», relata. «Fue un abrir y cerrar de ojos -añade-. Después del calambrazo, los músculos se me quedaron paralizados». Manolo se encontraba solo en ese momento. En un esfuerzo hercúleo por salvar su vida, se arrastró con los codos una distancia de 50 metros para salir del maizal y pedir auxilio. «Dirigí mi voz hacia una nave de maquinaria que hay cerca de la tierra y pedí ayuda. Enseguida vinieron dos por mí y me llevaron al centro de salud de Benavides», donde recibió los primeros auxilios hasta que fue trasladado en ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital de León. «En el momento de la descarga -narra todavía impresionado- vi mi cerebro dividido en dos partes. En el lado izquierdo era consciente de que había recibido una descarga y, en el derecho, pensé: ay, mi familia, qué joven la dejo». «Caí de rodillas y cerré los ojos, pero los abrí en unos segundos. Fue cuando me dije a mí mismo: ¡Si no me mató!». Como tres martillazos en un dedo En todo caso, las secuelas físicas que padece le impiden dormir cada noche por los dolores que sufre en las extremidades y en el abdómen, por donde salió la corriente: «La sensación es algo parecido a cuando cambias una verja y te das tres martillazos en un mismo dedo, igual». «Cuando vi a mi mujer le dije: pon un cartel grande que se entere todo el mundo de lo que me ha pasado y de que eso es una trampa-bomba», explica. Manolo estuvo cuatro días inmovilizado, sin poder levantarse de la cama. Sabe que su recuperación será muy lenta, puesto que está en contacto con el agricultor de Celadilla accidentado en similares circunstancias cuatro meses antes que él.

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