Diario de León

Chuletas para un trabajo digno

Leonesas e inmigrantes cuentan su «aventura» en un curso de formación para el empleo; esperan abrirse un camino laboral más allá de la precariedad del servicio doméstico

Daniel, de Venezuela, es uno de los cuatro hombres

Daniel, de Venezuela, es uno de los cuatro hombres

Publicado por
A. Gaitero - ribaseca
León

Creado:

Actualizado:

Loredana cuidaba ancianos en Fabero, pero quería una formación que le abriera las puertas a otros empleos más estables y mejor regulados. Ahora se ha convertido en aprendiz de carnicera en León. Es rumana, tiene 21 años y hace uno y medio que llegó a España. Se afana con el cuchillo para deshuesar una pieza de carne, mientras el instructor, un veterano carnicero, José Santos, le indica que «lo mejor es comenzar por las articulaciones». El sueño de Loredana es una foto fija de las aspiraciones con que llegaron al curso las otras ocho personas. Son cinco mujeres y cuatro hombres, pero de los nueve sólo dos tienen nacionalidad española. Los otros siete constituyen un crisol de naciones: Venezuela, Ecuador (dos), Liberia, Rumanía y Nigeria. Como ella, Vivian busca capacitarse «para tener más posibilidades de encontrar trabajo». Esta mujer, oriunda de Liberia, trabajó primero de camarera y luego ha cuidado niños, personas mayores y enfermos en el hospital, pero dice que, después de cuatro años largos en España, es hora de tener «un trabajo con Seguridad Social». Susana, de 35 años, es una de las españolas del curso. Su motivación es la misma que la de sus compañeras inmigrantes: salir del servicio doméstico y no tener que recurrir a la hostelería como únicas posibilidades de encontrar un empleo. Tiene una niña, que está con su madre, y un niño de cinco años que durante las tardes «me cuida una amiga». Su compañera, Sammy, es colombiana y llegó hace dos meses a España para trabajar en el servicio doméstico, pero tampoco era lo suyo. Ahora aprende que la carne se saca del hueso tirando de la tela con el cuchillo. Esa tarde han preparado cuatro cajas de pollo, un delantero de vacuno y les espera una pistola (las chuletas con la pierna). Pero empezaron con el cerdo, «que es lo más difícil y así se les da mejor el vacuno», asegura Santos. Rufi terminó su último contrato en una empresa de congelados y no dudó un minuto en inscribirse, en diciembre en el curso de carnicería. A sus 47 años no ha perdido la esperanza de encontrar una oportunidad de empleo estable después de tanto tiempo «dando tumbos» por el mercado laboral. «Pienso que ser carnicera tiene que tener más salidas laborales, aunque a mi edad es muy difícil encontrar trabajo», reconoce esta mujer que, como las otras, empezó su independencia económica cuidando niños y personas mayores, trabajando de limpiadora y como ayudante de cocina. «En el servicio doméstico da igual que cotices porque no tienes derecho a casi nada y desde luego no a paro». Rufi tiene tres hijos de 23, 15 y 13 años y ella es la cabeza de familia. Mientras crio a sus hijos el inconveniente era compatibilizar su atención y las exigencias de su pareja -«la comida tenía que estar a la hora»- con un puesto de trabajo. Cuando se separó tuvo que «buscarme la vida en la economía sumergida». Tal vez ahora, a pesar de la edad, «llegue mi oportunidad», dice con buen semblante.

tracking