Diario de León

El espíritu de la Transición renació en el homenaje a Santiago Carrillo

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P. de las Heras - madrid
León

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Constructores del consenso, del diálogo y de la democracia. Los hombres de la Transición son la prueba viva de que las discrepancias políticas pueden y deben quedar en un segundo plano cuando lo que está en juego es el interés general; de que la crispación sólo conduce a la pesadumbre y de que únicamente la generosidad y la capacidad de renuncia permiten crear, en palabras de Jordi Pujol, «algo sólido». El mensaje constituyente, a menudo olvidado, volvió a resurgir este miércoles en un hotel madrileño durante el homenaje ofrecido a Santiago Carrillo por amigos, antiguos adversarios políticos y periodistas, con motivo de su 90º cumpleaños. Hay pocas oportunidades ya de ver reunidos a padres de la Constitución como Miguel Herrero de Miñón, Gregorio Peces-Barba y Gabriel Cisneros. Y muchas menos de escuchar a protagonistas de esa época como el ministro de la UCD Rodolfo Martín Villa o el secretario del cardenal Tarancón José María Martín Patino. Tan pocas que Carrillo ni siquiera soñaba con ello. El veterano dirigente comunista era el único de los más de trescientos convocados que desconocía el motivo de la cita. Carmen, su mujer, en complicidad con los organizadores, sólo le había dicho que esa noche cenaban con «Rodolfo». Le pareció raro que el encuentro fuera en un hotel y que sus hijos se empeñaran en llevarle hasta el lugar. También le había extrañado en los últimos días que su mujer se retirara demasiadas veces a la cocina para hablar por teléfono. Pero no le dio mayor importancia. Esta noche tampoco preguntó porqué le conducían al garaje y le hacían entrar al hotel por una puerta de seguridad, un ardid que permitió que accediera directamente a la sala donde se iba a celebrar el ágape. Cuando empujó la puerta de acceso, una nube de flashes le dejó paralizado. Se percató entonces de que en el encuentro iban a participar unos cuantos amigos más. Pero no fue consciente de la dimensión del asunto, según él mismo confesó, hasta que subió a la tribuna y vio en una larga mesa presidencial al presidente del Gobierno, al 'president' Pujol, al lendakari, Juan José Ibarretxe , al premio Nobel José Saramago y, tras ellos, muchas caras conocidas que hacía años que no veía. «Es la sorpresa más grande y grata de mi vida» repetía.

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