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«Venimos antes de que lo cierren»

Nostálgicos del franquismo y turistas acuden a diario al Valle de los Caídos, donde no se informa de que fueron presos políticos quienes lo construyeron

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Enrique Clemente - redacción | madrid
León

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«Queremos verlo antes de que lo cierren», asegura Inmaculada Pinto, de 61 años, que arremete contra los socialistas porque dice que quieren que el Valle de los Caídos desaparezca. Su hija Inmaculada Pinedo, de 23 años, asiente: «Se podían estar quietecitos». «Es la historia y se acabó, no tienen por qué cambiar nada, tiene que seguir tal y como está», tercia la madre cada vez más encendida. «A mí no me molesta que me llamen franquista, porque Franco hizo mucho bien por España», asegura la hija. «A mí tampoco, porque yo viví aquella época y la de ahora desgraciadamente es peor», afirma Inmaculada Pinto. Las declaraciones del senador de Iniciativa per Catalunya-Verds Jaume Bosch, en las que revelaba que el Gobierno quiere reconvertir el Valle de los Caídos para que sea un centro de interpretación del franquismo, han puesto de actualidad uno de los símbolos más visibles de la dictadura. El Ejecutivo ha aclarado que aún no ha tomado una decisión. El PNV pretende cerrarlo y que Franco sea enterrado en un cementerio. Los datos no dejan lugar a dudas sobre el declive del mauseoleo de Cuelgamuros, situado a 60 kilómetros de Madrid. En los últimos cinco años el número de visitas ha descendido drásticamente. No todos los visitantes son franquistas convencidos, ni mucho menos. La gran mayoría son turistas, en gran parte extranjeros. Y lo que llama poderosamente es que no se les proporciona ninguna información acerca de cómo se erigió este monumento que pertenece al Patrimonio Nacional. Algo que precisamente quiere corregir ICV, partidaria de que se informe mediante paneles sobre el auténtico significado del Valle. «Sé que lo construyeron presos políticos, pero no porque me lo hayan explicado aquí o lo ponga en un cartel», asegura César Planells, un joven de 28 años, que ha acudido en compañía de su novia «por curiosidad». «Aquí te sacan diez euros y no te explican nada», añade enfadado. César, como otros muchos visitantes, no sabe que José Antonio está enterrado aquí ni quién fue el fundador de la Falange. «¿Quién es ése¿ ¿Está enterrado también Carrero Blan-co?», pregunta. «He venido por la fama y por ver el lugar donde murió tanta gente para hacer esta obra», asegura Edel de Jesús González, un cubano que lleva 22 años residiendo en España. «Nada que cueste sangre humana puede ser bueno. Debería de haber algún cartel o alguna placa alegórica que diga sentimos la muerte de tanta gente que dio la vida porque defendían un ideal que les parecía el mejor», añade. Obra faraónica Una guía oficial que acompaña a un grupo de jóvenes estadounidenses opina que «la mitad de los turistas no saben quiénes están enterrados aquí ni que lo construyeron presos republicanos». En la tienda de recuerdos de la basílica se venden guías, pero en ninguna se dice quiénes edificaron este grandioso mausoleo. Según los historiadores Carr y Fusi unos 20.000 hombres, en gran parte presos republicanos, trabajaron en las obras que duraron 18 años y costaron casi 1.100 millones de pesetas de la época, en un país que aún estaba en proceso de reconstrucción. Decenas de presos murieron a pie de obra o a consecuencia de la silicosis contraída en la cantera. En el Valle hay enterrados unos 35.000 franquistas y 8.000 republicanos, algunos de estos últimos procedentes de fosas comunes. Muchos familiares ignoran dónde están. Es indudable que Franco lo construyó en homenaje sólo a los caídos de su propio bando. «La lucha del bien contra el mal no termina por grande que sea la victoria. Sería pueril creer que el diablo se someta», dijo en su inauguración en 1959.

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